Hoy serás mi jefa

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Martina tiene cáncer. Se está muriendo. Le queda poca vida. Ella lo sabe. No quiere estar en el hospital. Ha elegido no hacerse más tratamientos agresivos que la dejan muerta en vida, postrada, con náuseas. Quiere despedirse de la vida gozándola, si eso todavía es posible.

Martina tiene sesenta y ocho años. Es madre de tres hijos. Dos de ellos están en Lima, su hija menor está en Nueva York. Son una familia humilde. Con sus ahorros, Martina se ha construido una casa en un barrio pobre en las afueras de Lima. Allí viven dos de sus hijos y varios de sus nietos.

Martina vivió cuatro años en mi casa. La contratamos como empleada doméstica para que cuidase a nuestra hija apenas nació. Martina llevaba años viviendo en Miami. Una amiga nos la recomendó. Tenía fama de ser muy hacendosa, seria y confiable en su trabajo, con una mano maravillosa para cocinar. Mi esposa y yo no éramos capaces de cuidar apropiadamente a nuestra hija recién nacida, necesitábamos con urgencia una ayuda profesional. Martina nos dio esa ayuda. Gracias a ella, recuperamos la calma, nos sobrepusimos al estrés abrumador de ser padres.

Muchos años atrás, Martina vivía en Lima con sus tres hijos. Ya estaba separada de su esposo. Lo dejó, se alejó de él, porque era abusivo, violento, le pegaba, la insultaba. Por si fuera poco, se emborrachaba y acostaba con otras mujeres. Martina se hartó, decidió que no aguantaría más maltratos. Soñaba construirse una casita, pero no tenía la plata. Al poco tiempo se enteró de que su hija menor estaba saliendo con un muchacho que tenía fama de ladrón en el barrio. Varias vecinas fueron a verla y le dijeron que tenía que hacer algo porque ese joven no podía ser una buena influencia para su hija. En medio de esas tribulaciones, sin saber qué hacer, Martina recibió la llamada de una señora para la que había trabajado tiempo atrás. Ahora esa mujer se había mudado a Miami con su familia y necesitaba una empleada. Se ofrecía a sacarle la visa, pagarle un buen sueldo y alojarla en su casa. Martina le dijo que no quería irse a Miami, pero quería enviar a su hija para alejarla del muchacho con mala fama. La señora de Miami aceptó la propuesta. Semanas después, la hija de Martina viajó a Miami. En realidad, viajó engañada por su madre, quien le dijo que solo iría un mes a Miami para acompañar a la señora y su familia en un viaje a Disney. Por eso aceptó viajar. No sabía que el plan de su madre era que se quedase en Miami indefinidamente. Cuando vino a descubrirlo, viviendo en casa de la señora, una mujer sensible, refinada y generosa, la hija de Martina lloró mucho y le rogó a su madre que la dejara volver a Lima, pero Martina se negó, se puso dura y le aseguró que lo mejor para ella sería quedarse.

Tiempo después, el joven enamorado con fama de ladronzuelo se las ingenió para llegar a la casa donde trabajaba su novia, y, de madrugada, mientras la familia dormía, recogerla en un auto alquilado y escapar juntos a Nueva York. Por lo visto, la quería de verdad. Si había sido un pícaro callejero, ahora quería cambiar, reformarse, ser un hombre de bien. Cuando Martina se enteró de que su hija había fugado con el muchacho a Nueva York, logró que le dieran la visa, viajó a Miami y se alojó en casa de la señora, suplantando a su hija como empleada doméstica. En esa casa vivió y trabajó muchos años. De vez en cuando viajaba a Nueva York y confirmaba que su hija y el joven se querían de veras y que él estaba trabajando con el afán de que ella lo viera como una persona noble, confiable. Lo consiguió. Martina lo aceptó, aprendió a quererlo y se alegró cuando él y su hija le dieron una nieta que nació en Nueva York. Qué orgullo sintió Martina cuando le dieron el pasaporte azul de los Estados Unidos a su nieta.

Cuando vino a trabajar con nosotros, Martina nos dijo que ella sola no podía darse abasto con todo. Nos pusimos a buscar otra empleada para que ella, cumplido su horario de ocho horas, pudiese descansar como correspondía. Nos sugirió que contratásemos a su hermana. Se llamaba Hilaria. Había sido monja en Colombia. Se había retirado del convento. Ahora estaba en Miami. Buscaba trabajo. Le dimos una oportunidad. Nos convenció enseguida. Era tranquila, paciente, bondadosa. Nuestra hija, que ya adoraba a Martina, quiso de inmediato a Hilaria. Ambas mujeres la querían y cuidaban como si fueran sus madres biológicas. Con qué amor la bañaban, la vestían, la sacaban a pasear al parque, le preparaban cosas ricas. Con qué ilusión le compraban regalitos, la hacían reír, la complacían en sus mínimos caprichos. Me recordaban a mi nana Eva cuando fui un niño, a mi esposa le recordaban a su nana Sonia, a mí me recordaban también a Mercedes y Gladys, que fueron como mamás de mis hijas mayores. Qué suerte teníamos de que esas dos hermanas viviesen con nosotros, cuidasen a nuestra hija. Pero, además, lo hacían todo bien: Martina cocinaba las cosas más exquisitas, Hilaria era puntillosa y delicada para limpiar lo que estaba sucio y hasta lo que estaba limpio, ambas se turnaban en dormir con nuestra hija, cuidándonos el sueño. A Martina le compramos una bicicleta de tres ruedas con una canasta grande. Le gustaba ir montándola al supermercado y hacer todas las compras para la casa. Tenía un ojo aguzado para elegir la mejor fruta, los mejores tomates y aguacates, el queso más rico. Cocinaba delicioso, tenía un talento superior para preparar verdaderas delicias. Yo le decía que debíamos abrir un restaurante llamado “Mamá Martina”.

Martina e Hilaria nos habían dicho que renunciarían y volverían a Lima cuando nuestra hija cumpliese cinco años. Todos los meses mandaban plata a Lima, con ese dinero sus hijos construyeron un segundo piso con varios cuartos. Allá se irían a vivir los últimos y quizás mejores años de sus vidas, ya jubiladas, gozando de la cercanía de la familia. No ocurrió tal como ellas lo habían planeado. Faltando un año para que renunciaran, un domingo por la mañana, mi esposa despertó temprano, fue al café donde Martina llevaba a desayunar a nuestra hija, vio que la niña estaba comiendo dos croissants, se enfadó con Martina, le reprochó que le hubiese dado croissants a nuestra hija, le recordó que le había pedido que no le diera croissants ni cosas tan grasosas, y Martina al parecer se molestó y respondió con cierta aspereza, levantando la voz, que ella le había dado los croissants a la niña para hacerla feliz y evitar que llorase, porque si no se los daba, la niña rompía a llorar. De vuelta en la casa, mi esposa me contó lo que había ocurrido. Le dije que no valía la pena pelearnos con Martina por algo tan menor, le pedí que olvidase el incidente. Pero mi esposa se quedó enojada. Me dijo que sentía que Martina no la respetaba, no se subordinaba a su autoridad. Días después comentó el entredicho con su sicóloga argentina, y la señora le dijo que Martina e Hilaria eran una mala influencia para nuestra hija porque la sobreprotegían demasiado y decidían todo por ella. Mi esposa no lo dudó, despidió a Martina e Hilaria, les dijo que lo hacía por el bien de nuestra hija. Fue tristísimo ver a Martina e Hilaria llevarse sus cosas en bolsas negras de plástico para arrojar la basura. Todo lo que había sido espléndido y feliz durante cuatro años se rompió de pronto y yo no pude hacer nada para impedirlo.

Han pasado dos años, nuestra hija tiene ahora seis, no hemos visto a Martina e Hilaria desde que se fueron, y ahora Martina nos escribe y nos cuenta que tiene cáncer terminal, que le queda poca vida, que piensa irse a morir en Lima y le gustaría despedirse de nosotros y nuestra hija. Apenas recibo el correo, le digo a mi esposa que no podemos dudarlo, tenemos que recibirla en nuestra casa cuanto antes. No le decimos nada a nuestra hija, queremos darle una sorpresa. Le escribo a Martina y le pido que venga con Hilaria. Quedamos en vernos un sábado por la tarde. Me deja su dirección, sigue viviendo en el lugar de siempre. Le prometo que mandaré un chofer para que no tenga que venir en bus. Podría ir yo manejando, pero no me gusta manejar.

Nuestra hija lleva dos años sin ver a Martina e Hilaria. Tan pronto como aparecen sus antiguas nanas en el umbral de la puerta de casa, corre a abrazarlas, ríe con ellas, se alegra radicalmente de los pies a la cabeza. A Martina la llama Mamá Martina, a Hilaria, Mamá Hilaria. No exagera. Son, han sido, sus mamás suplentes, listas a socorrerla siempre, dispuestas a pasar una noche entera desveladas, cuidándola. Luego les damos a las hermanas peruanas la sorpresa que mi esposa y yo habíamos planeado: nos ponemos uniformes celestes de empleadas domésticas con mandiles blancos atados a la cintura que hemos comprado para la ocasión, les decimos a Martina e Hilaria que se sienten a la mesa con nuestra hija y les anunciamos que esa tarde, aquel sábado glorioso, memorable, redentor, nosotros, los antiguos patrones, seremos sus empleados domésticos, y ellas serán las jefas de la casa. Parecen sorprendidas, se ríen incrédulas, halagadas. Servimos la comida, no la hemos cocinado nosotros, hemos comprado exquisiteces en nuestro barrio. Martina contiene las lágrimas mientras come a duras penas, pues no tiene mucho apetito. Nuestra hija se ríe, viéndome disfrazado de nana con visible sobrepeso. Terminado el almuerzo, nos sentamos con ellas, siempre con nuestros uniformes celestes y delantales blancos, y compartimos el postre. Luego les digo a Martina e Hilaria que esa noche dormirán en nuestra gran cama matrimonial con nuestra hija, y nosotros, mi mujer y yo, dormiremos en el cuarto de las empleadas. Se ríen. Nos reímos. Nuestra hija parece maravillada. De pronto, los que acostumbrábamos a mandar somos quienes obedecemos felizmente sumisos, y las que se resignaban a acatar órdenes son ahora las reinas de la casa. No se te ocurra morirte antes que yo, le digo a Martina al oído, y nos miramos con un amor limpio y poderoso que el tiempo no ha sido capaz de corromper.

41 comentarios

  • Hoy con Chai-Tea en mano, me cómo las líneas…y las entre.
    Ficción o no, muestras un amable Jaime que me cautiva y conmueve. Anoche en mis sueños me miraste, silente y con la dulzura que una Afrodita tal vez no espera. Algún día tal vez me re-conocerás. Buena Vida Jaime

  • Siempre uds con un corazón grande, generoso y agradecido. Martina descansará en paz cuando Diós la llame a su presencia, Hilaria hizo lo que sabia hacer Dar amor, Zoe feliz y llena de valores sembrados por sus padres Jaime y Silvia.
    En una semana dos historias llenas de amor por parte uds familia Bayly Nuñez.
    Dios siga colmandolos de muchas bendiciones.. Besos besos Jaimito El Niño Terrible, cuantos recuerdos y anécdotas de la tv acá en nuestro querido PERÚ ..

  • Si hubiera más gente como Jaime Bayly el mundo sería maravilloso. El dinero es para cubrir nuestras necesidades, y si podemos hacer feliz a unas personas de vez en cuando no nos arruinaremos. Sean felices siempre Jaime y Silvia.

  • Otra bella historia. Esta y «Un amor del tamano del mar» me han conmovido mucho. Sabes, Jaime, en ambas hay algo de «Y de repente un angel», una especie de entremeses para quienes no han leido tu novela. Tambien disfrute mucho de las otras, pero, en especial, de «El cojo y el loco». La reconozco como una filosofia de vida. En esta vida, es tan tan cierto, o «rompes el culo» o te lo rompen a ti» .
    Bueno, dime como te puedo hacer llegar un libro mio que, dicho sea de paso, la primera vez salio bajo la mesa (una eicion de autor». Lo acabo de reeditar y presntar en la ultima FIL Lima, pero le pedi a mi ocasional editor no enviarselo a nadi, a ningun critico de revista, diario o tele. A nadie. Ademas, estoy por organizar un gran evento aqui en New Jersey y estoy pensando que fueras uno de los invitados centyrales y asi te puedas dar un bano de popularidad con los peruanos residentes en esta area cercana a Paterson. Ojala leas este correo y me puedas responder, si no, ya vere de hacerte llegar algo a la Mega. Felicitaciones por este cambio en tus temas y palante!

  • Jaime. me hiciste llorar con esta historia, Martina esta en mis oraciones! que detalle tan bello el de ustedes de servir con carino a quienes les sirvieron a ustedes! un millon de bendiciones!

  • Quisiera expresar algo que se encuentra a la altura del sentimiento tierno que me embargo miesntras leía tu historia y por más q busco las palabras apropiadas que reflejen mi admiración y cariño, no logro dar con ellas; difícilmente siento a alguien desconocido tan cercano como te siento a ti, a Silvia y a la preciosa Zoe, dicen que por nuestras siembras nos conocerán, estoy segura que tus cosechas son frutos dulces, por eso recibes tantas bendiciones y muestras de cariño, la humanidad necesita amor del bueno. Gracias por compartirlo y abrirnos tu corazón.

  • Grande Bayly!! Asi se hace !! Tu humildad sea un ejemplo para muchos! Te agrego que te vemos siempre cada noche en tu programa. Tomo tus comentarios y entrevistas como una catedra en la Universidad. He aprendido mucho con tus reflexiones. Grande Bayly!

  • Y es entonces cuando de pronto los papeles se invierten, cuando como dice el dicho «Ponte en el lugar del otro».
    Tal vez cuando Martina le respondió con aspereza a tu esposa, ya se sentía enferma (inició del cáncer quizá).
    Ya no importa, lo importante es que se volvieron a encontrar y muy por encima de todo, tu hija fue feliz al verlas.
    Algo que debo acotar, es esa sensación que aún existen las marcadas diferencias sociales donde las (empleadas domésticas) que en mi caso fueron como miembros de mi familia, pero en otros casos deben vestir uniformes.
    Lo he visto más en Perú que en otros países, esa marcada división entre patrón y servidumbre debería acabar , las nanas o como se les quiera llamar, marcan la vida de los niños porque se convierten en padres suplentes, el leer que se esmeraban en cuidar a tu hija para que tu y tu esposa pudieran descansar más fue loable, lo tonto es que una «Psicóloga Argentina» sin haber conocido a Martina haya dado su opinión «profesional» que malcriaban a tu hija haberle dado dos croissant (todos los padres malcrian a sus hijos de alguna forma y en ese momento ella era la madre sustituta)
    Que tu esposa haya hecho algo más grande por que Martina le respondió con aspereza no ameritaba su despido.
    Ese es el problema de los Psicolgos , hablan sin conocer ni saber, pero nadie discute lo que dicen.
    Al fin y al cabo lo único que se espera es que Martina pueda gozar lo que le quede de vida, que tu y tu familia nunca olviden todo lo que hizo por tu hija y ustedes en su momento.
    La vida es prestada y en cualquier momento hay que devolverla.
    Salud para ti Martina, vuelve al Perú a tu casa, con tus hijos y nietos y VIVE hasta que te toque devolver la vida.

  • A quien hay que despedir es a la psicóloga argentina.
    Quiénes educan son los padres, las nanas hasta dónde su criterio les dé. No fueron contratadas para reemplazar a los padres ni se espera eso de ellas.

  • Que bonita historia, sobre todo que recordaran cada detalle de ello, esas epocas de niñes no se olvidan jamas son las mejores, me encanta saludos desde Perú se extraña en la tele como en antes.

  • Hoy serás mi jefa, que bello título para tan espléndidos sentimientos que albergan en tu corazón. Me he quedado pensando hace dos días cuál había sido la razón por la que había llorado a torrentes la última vez, pues te confieso que soy extremadamente llorona y hoy al revisar mi muro veo tu publicación y recuerdo que fue al leer tu último escrito «Un amor del tamaño del mar», . Y te digo amigo, como si te conociera desde siempre, te admiro tanto como no tienes idea. A pesar de que rompes todos los protocolos de mi paradigmática vida, de mis cuadrados encuadres ideológicos y moralistas que solo me han reducido la visión de mundo que se necesita para ver lo grandioso, valioso y estupendo que hay en esta polifacética y multicultural existencia donde por mucho que duremos apenas lograremos llegar a los 75 años, y solo nos llevaremos las buenas acciones que hagamos.

  • Yo conozco a Maria y a su hermana. Se cuanto sufrieron cuando las botaron de tu casa de un dia para otro. Asi no se trata a la gente humilde. Espero que la esten ayudando economicamente porque ella ya no puede trabajar y asi recompensar todo lo que dio a tu familia. Actuaron muy mal los dos.

  • Tanta admiración le tenía a Jaime Bayly y se porto como un patan con esas pobrese señoras humildes, además que el sabe el daño que le hizo a la hija ya que el vivió en propia ser separado de una persona que da amor sin condición. En un libro que leí de él, cuenta como su madre se molestaba como las nanas y las echaba de la casa sin ninguna consideración y lo que sufría cuando eso sucedía. Da asco como las personas con un poco más de dinero que otros humillan al más desamparado. No saben ser padres y se esconden detrás de un sicólogo para mostrar sus miserias humanas.

  • Lindo gesto el que tuvieron al final…pero en verdad me parece que está historia es realmente una realidad que se vive en varios hogares…lamentable.
    El delegar a las empleadas de la casa las responsabilidades de los Padres por pura comodidad y cuando hacen las cosas mal las despiden sin contemplación alguna, es el reflejo del poco valor que le dan a las personas, que son tratadas como servidumbre en estos tiempos donde debemos trabajar los valores, la igualdad social. Qué ejemplo le están dando a su pequeña…que no existe el valor del perdón y del respeto a la persona? Que todas las personas no somos iguales?
    No, no me gusto la historia, todo lo contrario me decepcionó mucho, pensé Silvia era más maternal, más madre y tu cómo hombre Maduro con una historia de familia atrás podías afrontar y tomar las decisiones correctas. Si la vida nos da una segunda oportunidad es para hacerlo mejor que la primera.

  • Jaime pasteleroooooo
    Siempre.
    Pura ficción. Tu eres las racista y clasista q la csm. Eres sobrino del fallecido viejo Letts: El máximo oligarca del Peru…la gente como tu no aman al Peru: sólo lo saquean. Esa es tu verdad. Nada la cambiara.

  • Desde hace muchos anios te leo Jaime Byayly! Y no entiendo por que los comentarios mala leche de muchas personas. A mi si me encanto la historia! Ficticia o no , eres un gran escritor!

  • Muy bien escrito, pero la historia es temeneda y el final con la imitación de tareas domésticas es patético y además humillante y burlón para Martina e Hilaria.
    El que ha tenido servicio toda la vida sabe como se debe uno compartar delante de él y desde luego no es parodiándolo.

  • Lo máximo, tú relato me engancho y me encantó la idea de cambiar roles, al leer cada palabra me los imaginaba en cada escena. No sabes como pasé del llanto a la risa. Gracias por casa relato.
    P.D. : las nanas son las segundas madres, son las que dan ese cariño, atención y devoción, no sólo porque es su trabajo (por un salario), en el caso de algunas son madres (reemplazan la ausencia de sus propios hijos ), otras nunca han tenido hijo (pero la ternura de un bebé, les ayuda a florecer ese amor maternal).
    Según mi opinión, no son malas influencias, son las madres sustitutas y siempre van hacer todo por ser felices a esos bebes que cuidan en ausencia de sus padres por el motivo que fuese.

  • Las cosas pasan por algo y si se hacen por él viene daréis hijos tiene mayor razón.
    Mi hija tuvo una nana que un día se fue sin excusa alguna y todos la extrañamos. Bueno, no creo que mi esposa. Me parece que estamos igual que tu. Jajajaj

  • No sé como YouTube me llevó a un video del año 2011 tuyo entrevistando a la nana María, una mujer peruana de unos 60 años y que cuidaba de tu hija cuando era más pequeña.
    Contó sobre que ya no quería que compres mas bolsas negras pero por lo visto no le hicieron caso porque fue allí donde se llevó su ropa cuando la botaron de la casa.
    Mientras la escuchaba hablar, comencé a recordar esta historia tuya que la leí a penas la escribiste y la busqué en Google solo para releerla y ver si Martina era María y ya estaba muerta.
    Que pena a pesar de su edad parecía llena de vida y vitalidad y es una lástima también que la hayan tenido que despedir de esa forma y luego lo de su enfermedad. Aunque por lo visto se fue sin rencor ya que quiso despedirse de ustedes.

  • Gracias x hacerme reir tanto jaime. Si este relato lo escribirias en trercera persona no te ubieran critacado tanto. Somos todos pecadores. argentina

Por Jaime Bayly

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