El ‘boom’ del chisme: todo lo que nunca quisiste saber sobre tus ídolos literarios

Jaime Bayly sale airoso de su arriesgada novela ‘Los genios’, un retrato quizá demasiado intrusivo de la amistad entre Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez

Por Alberto Olmos

Cuando Bret Easton Ellis dio a leer su novela Glamourama a un gabinete de abogados para que consideraran las eventuales demandas que podrían producirse por la aparición de personas reales en sus páginas (no siempre retratadas en su mejor momento), los abogados determinaron que eran posibles tantas demandas que solo quedaba publicar el libro tal cual se había escrito, y alegrarse de ir a conocer a un montón de celebrities en los juzgados. Al final (todo esto lo contaba Bret Easton Ellis en entrevistas) no pasó nada.

Con Los genios podría pasar algo: una demanda de Mario Vargas Llosa contra Jaime Bayly por contarlo, en definitiva, todo. El autor de La ciudad y los perros sale en este libro retratado íntimamente, más de cuerpo que de alma, más como hombre sujeto a pasiones vulgares que como intelectual abocado a la gran disquisición universal. Que todo sea falso, medio verdad o verdad incontestable, solo puede saberlo el propio Vargas Llosa, dado que es su intimidad la que se estira y retuerce en doscientas y pico páginas. Qué dijo, qué pensó, qué hizo, con quién. Lo que ha emprendido Bayly en Los genios es la elevación del puro chisme a categoría literaria. El legendario boom de nuestros libros de texto acaba aquí reducido a dimes y diretes, anécdotas de discoteca, infidelidades y puñetazos. Y, sin embargo, el libro es estupendo, y la imagen final que recibimos de Vargas Llosa, García Márquez o Carmen Balcells, entrañable y fascinante.

Jaime Bayly parecía destinado en los años 90 a ocupar el puesto que, digamos, ocuparía Bolaño finalmente. Era un autor premiado, con plaza en Anagrama, libros rompedores y un enorme atractivo personal. ¿Cuándo se jodió Jaime Bayly? Lo ignoro, pero desde que dejó Anagrama y recaló en Alfaguara (donde publicó entre otras la extraordinaria El cojo y el loco), su estrella distante empezó a apagarse y, al cabo, se hizo famoso en otra casilla de la fama, la de la tele (tiene un programa que emite desde Miami), afiliado al escándalo y a los vídeos virales.

Los genios (cuya publicación por Galaxia Gutenberg solo habla bien de Galaxia Gutenberg) parece la novela natural de un Boris Izaguirre con más lecturas, de un Jorge Javier Vázquez más botánico y bronceado, pero lo cierto es que tras la pátina de morbo y juicios pendientes que ocupa estos días los titulares, encontramos un libro dichosamente fabricado. Es un libro cómico, amoroso, también histórico.

Encontramos un libro dichosamente fabricado. Es un libro cómico, amoroso, también histórico

En este sentido, atesoro, pero nunca he abierto (intimida el grosor), Aquellos años del boom (Debate), de Xavi Ayén. Creo que esta novelita de Bayly es como la versión sabrosona de ese tocho, sin duda preciso y necesario. Puesto en cauces narrativos, el legado del boom se vuelve accesible y fluvial, oblicuamente interesante. No solo leemos para saber cómo era por dentro el movimiento literario en lengua española más exitoso del siglo XX, sino por el puro placer que desprende el relato, sus conflictos y personajes.

Se nota, para empezar, que Bayly siente una enorme simpatía por Gabriel García Márquez, que centrifuga encanto en todas sus apariciones en la novela. Vargas Llosa resulta juzgado con más severidad, pero nunca se pierde el centro moral del personaje, que es la absoluta entrega al oficio de escribir. Los genios arranca con Vargas Llosa descargando el puño en la cara de García Márquez, golpe que daba fin a una amistad y comienzo a la rumorología. ¿Por qué lo hizo? En las páginas finales, se volverá sobre este episodio pugilístico, sobre las razones y las entretelas.

Antes, la fiesta del chisme, la bacanal del dato, decenas de cameos de enorme interés: Joaquín Sabina muy joven conociendo a García Márquez en Londres; José Sacristán rodando Pantaleón y la visitadorasCarmen Balcells generando dinero y repartiéndolo como si acabara de atracar un banco. Todas estas cosas las sabe Bayly por los libros (en Historia personal del boom, de José Donoso, se contaban menudencias que aquí se repiten), por los miles de entrevistas que han concedido los autores del boom y, también, por su amistad con Álvaro Vargas Llosa, primogénito del premio Nobel. Y lo que no procede de ahí, procede de cócteles literarios, presentaciones y cenas. La literatura, cuando se junta, es para propagar cotilleos, no para otra cosa; no va uno a un cóctel, para nada más que para saber miserias ajenas.

En medio de este guirigay inguinal, llama la atención lo cómodos que estaban estos autores, entonces tan políticos, en la España franquista. Firman o no firman manifiestos, denuncian o no denuncian dictaduras, se emperran en su comunismo; pero, miren por dónde, con Franco como jefe de Estado, vivir en Barcelona les parecía maravilloso, decente, completamente higiénico. Los mejores días de la vida de García Márquez o Vargas Llosa fueron en la Barcelona del franquismo, no neguemos el titular.

Miren por dónde, con Franco como jefe de Estado vivir en Barcelona les parecía maravilloso, decente, completamente higiénico

Otra duda que genera la lectura de Los genios tiene que ver con la situación económica de los grandes autores del boomQue todos fueron pobres, lo dicen ellos; que todos fueron ricos, está documentado. Según ellos mismos, comieron de la basura en París, sus casas no tenían sillas, durmieron en la calle, eran «pobres como ratas»… Y casi todos acabaron de embajadores. Desde Jorge Edwards a Julio Ramón Ribeyro, el sueldo público, el chófer y la mansión con criadas fue una constante en estos grandes autores latinoamericanos. Luego lee uno los Diarios de Ribeyro (dramáticamente titulados La tentación del fracaso) y dan ganas de dejarle limosna en cada página, cuando lo cierto es que (según Bayly) Ribeyro fue veinte años embajador de la ONU en París, una forma como otra cualquiera de ser pobre, sí.

En ‘Los genios’ encontramos la fórmula mágica para los cuidados en los grandes escritores del ‘boom’: que los niños los cuiden las mujeres

Y están los hijos, finalmente. Cuando murió García Márquez, me sorprendió de pronto saber todos los hijos que tenía, y más en alguien que escribe, habla, publica, vuelve a hablar. Que un hombre no hable de sus hijos se me antoja rarísimo; que un escritor no escriba de paternidad, también. Así, en Los genios encontramos la fórmula mágica para los cuidados en los grandes escritores del boomque los niños los cuiden las mujeres, todo el tiempo y como puedan, que ellos están escribiendo sus novelas y cuentos donde se ilumina moralmente a la Humanidad, y dando entrevistas con mucha denuncia, mucha lección y mucho juicio ético.