AutorJaime Bayly

La novia y el cubano

L

Faltando dos semanas para casarse ante las leyes de los hombres y ante las más severas leyes de Dios, Julia, que era atea, pero deseaba complacer a su novio, que era creyente, sufrió un repentino ataque de nervios y viajó sola a Miami, con la intención de entregarse a unas compras de último minuto y la certeza o la esperanza de que esos días de compras la calmarían. Su novio, Raúl, se ofreció a...

Los regalos envenenados

L

De regreso en su apartamento, tras cenar en casa de su madre, Barclays y su esposa escudriñan con espíritu crítico los regalos navideños que han recibido. En tono quejumbroso o burlón, la mirada crecientemente desdeñosa, desatada la lengua viperina, Barclays, el hermano mayor, examina los regalos que ha recibido de su madre y sus hermanos: dos libros religiosos escritos por el fundador del Opus...

La fiesta de los impíos

L

No ha sido fácil para Barclays y su esposa decidir que pasarían las fiestas navideñas en la ciudad en que nacieron. Ambos son individuos solitarios, ensimismados, que ven a la familia como una amenaza, una emboscada o una guerra de guerrillas de la que saldrán malheridos. Si bien quieren a sus familias, no necesariamente desean verlas a menudo, y menos en circunstancias navideñas, cuando la...

La venganza de Espinosa

L

-Tenemos que rebajarte el sueldo a la mitad. El dueño del canal de televisión, arrellanado en una poltrona, fumando un habano, alisándose el bigote con las manos, prosiguió con las malas noticias: -El canal está endeudado. Las ventas han bajado. Los acreedores nos exigen bajar los costos a la mitad. Si no lo hacemos, nos quitarán el canal. El dueño de la televisora parecía preocupado, pero no...

La monja atea

L

Después de doce años recluida en un convento carmelita como monja de clausura, Delfina del Mar despertó súbitamente una madrugada, temblando de frío, con la inquietante certeza de que Dios no existía. Estoy perdiendo mi tiempo en este convento que parece una prisión, pensó. Estoy malgastando mi vida rezándole a un Dios que no me escucha, se dijo. Debo escapar de este convento, se atrevió a soñar...

El argentino errante

E

Avergonzado de su país por el fracaso en la guerra de las Malvinas, harto de vivir bajo una dictadura militar, el argentino convenció a su esposa de probar suerte en otras tierras, vendió su apartamento en Buenos Aires a precio de liquidación y se mudó a Lima unas semanas después de que concluyera el mundial de fútbol jugado en España, en 1982. Eligió la capital peruana porque tenía un amigo...

El catador de chocolates

E

El escritor ex chileno Arturo Belano y el escritor ex peruano Jimmy Barclays se conocieron en Barcelona, hace más de veinte años. Muy joven, Belano había escapado de la dictadura militar chilena y malvivido como poeta clandestino, siempre con hambre, experto en hurtar libros, en la capital mexicana, y luego en las costas catalanas. Barclays, por su parte, había escapado de la dictadura familiar...

Las orillas del rencor

L

El proceloso mar de las casualidades los arrojó a las orillas del rencor y los rebajó a la ínfima condición de enemigos. Niños curiosos, de familias pudientes, Barclays y Bedoyita fueron amigos en el colegio inglés más exclusivo de la ciudad. Sus padres se conocían y militaban en un partido político conservador. Siendo adolescentes, todavía en el colegio, empezaron a distanciarse. Bedoyita quería...

Dámelo todo

D

Pía no hace honor a su nombre: se ha vuelto atea. No siempre fue atea. En su niñez y adolescencia, era la más devota del colegio. Todavía preservaba la fe religiosa en la universidad, donde estudió leyes. Dos hechos desgraciados pusieron en entredicho su condición de creyente. Con veinte años, ya en la universidad, tuvo un novio basquetbolista de su edad, que murió de un infarto en medio de un...

Arañas que salen de la boca

A

-Creo que mi mujer ha dejado de quererme -piensa Barclays. Años atrás, en Barcelona, cuando ella soñaba con ser una escritora maldita, Barclays se la presentó a su agente literaria, una mítica señora catalana: -Te presento a Silvana, mi mujer. -No es tu mujer -lo corrigió la agente-. Es Silvana. No es tu mujer ni la mujer de nadie. Aunque ya llevaban unos años casados, Barclays recién comprendió...

Redes sociales