AutorJaime Bayly

Todos los hombres que he sido

T

No sé si debo pedirle perdón a alguien por dormir doce horas consecutivas. Parece una desmesura, una obscenidad, un desinterés por la vida. Soy un haragán, no cabe duda. Apago la luz a las dos de la mañana y mi esposa me despierta poco antes de las dos de la tarde, para ir a recoger a nuestra hija del colegio. Sabe Dios hasta qué hora dormiría si ella no me despertase. Sé que atento contra el...

El efecto sedante de la nieve

E

El otro día cumplí cincuenta y dos años. No hubo grandes celebraciones. A mi edad, los años no se festejan, se conmemoran. Vinimos a Montreal, como el año pasado, para recibir el cumpleaños. Aquel viaje fue tan feliz que decidimos repetirlo este año, aunque parecía imposible igualarlo, no digamos ya superarlo. En febrero del año pasado nuestra hija conoció la nieve y quedó maravillada. Además se...

Lady

L

Yo tenía quince años y había entrado a trabajar en un periódico conservador de Lima, el diario “La Prensa”, cuyos dueños eran amigos de mi madre, quien, preocupada por mi conducta díscola y mi pobre rendimiento escolar, me buscó un trabajo durante las vacaciones del verano, además de cambiarme de un colegio inglés a uno religioso, de la orden de los agustinos. Mi noción del placer era cualquier...

Una pareja en apuros

U

Alejandro Toledo leyó que la justicia peruana había ordenado su captura y que se ofrecía una jugosa recompensa por información sobre su paradero. Tomó un trago, uno más. Estaba tenso, agitado, mal dormido, la piel cetrina, el rostro ajado, pronunciadas las ojeras. No me van a atrapar, pensó. Soy más astuto que ellos, se dijo. Voy a esconderme donde no puedan encontrarme, malició. A su lado tenía...

Te debo la vida entera

T

Una maquilladora me salvó la vida. Eran los años peores. Yo vivía solo en una casa en esta isla donde todo aparentemente es feliz. Mis hijas vivían en Lima con su madre. Yo hacía un programa de televisión todas las noches. Viajaba a Lima los fines de semana para ver a mis hijas. De paso presentaba un programa los domingos en esa ciudad. Vivía resfriado, tosiendo. Dormía mal. Tomaba muchas...

Depórtame otra vez

D

Yo he sido un inmigrante ilegal. Yo he sido deportado. Todo ocurrió a finales de 1993. Llegué al aeropuerto internacional Washington-Dulles, de Virginia, procedente de Madrid. Presenté mi pasaporte peruano con el sello de la residencia temporal que me había sido otorgada en los Estados Unidos. El agente de migraciones me dijo que siendo residente temporal no debía haber salido de los Estados...

Nuevamente un peatón

N

Recuerdo aquella noche como si fuera ayer. Eran las ocho y yo estaba de traje y corbata esperando a que pasara un taxi por la avenida Salaverry que me llevase al canal 5. Tenía que conducir en vivo el programa Conexiones que comenzaba a las once, apenas terminaba el noticiero 24 horas. El dueño del canal se había peleado con un legendario periodista, famoso por su inteligencia y su carácter...

Cuando fuimos inmortales

C

Muy rara vez mi padre me daba plata para comprar un helado a la salida del colegio. Solo cuando estaba de buen humor, y eso era altamente infrecuente, me dejaba un billete y yo bajaba de su auto a las siete y media de la mañana. A las tres de la tarde, cuando sonaba la campana y salía del colegio, encontraba varias carretillas amarillas de heladeros. En los días excepcionalmente afortunados me...

La fiesta del caos y el descontrol

L

Regalé corbatas a todos mis hermanos y pañuelos a mis hermanas y cuñadas en las fiestas navideñas. Mi esposa me prohibió regalar perfumes. Yo siempre regalaba perfumes, pero esta vez ella me exigió superarme un poco. Hizo bien. Los regalados parecieron sorprendidos con sus corbatas y pañuelos. Quedé como un señorito botarate, querendón. A los niños también les regalé corbatas, lo que mi esposa me...

Las vacaciones perfectas

L

Llegamos al aeropuerto de Lima un viernes a las siete de la mañana. No había largas colas en migraciones ni en aduanas. Salimos bastante rápido. Nos esperaba el chofer de mi hermana. Tardó en pagar el estacionamiento. Yo insistí en manejar. Saliendo del aeropuerto, nos vimos envueltos en una maraña de tráfico espeluznante. De pronto era el caos. Había olvidado lo fea y dantesca que podía ser Lima...

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