AutorJaime Bayly

Lima me está matando

L

Hacía tres años no viajaba a Lima. Mi última visita había sido a mediados de 2013, para presentar una novela. En aquella ocasión me acompañó mi esposa y nos pareció imprudente viajar con nuestra hija porque tenía apenas dos años y no queríamos exponerla a las fatigas de los aviones y los aeropuertos. Entonces yo llevaba otros tres años largos sin visitar la ciudad en que nací (me había marchado...

Una madre se queda sola

U

Mi hija Carmencita se graduó de la universidad en mayo. Ya es oficialmente enfermera titulada con especialidad en asistencia de ancianos con artritis. Estoy tan orgullosa que no hay palabras para expresarme. Ya había reservado mi pasaje para ir a Nueva York a acompañarla en su graduación y luego invitarla a comer unas hamburguesas porque estoy corta de plata, pero ella me frenó en seco: -No...

El circo

E

La convención republicana me ha parecido un circo, con el agravante de que los animales abusados en el circo hemos sido nosotros, los espectadores enjaulados. El estrepitoso desfile de payasos, bufones, domadores, malabaristas, mujeres barbudas, hombres bala, acróbatas, arlequines, tragasables y lanzallamas me ha dejado, a un tiempo, divertido y aterrado. El dueño del circo es, por supuesto, el...

La ciudad del polvo y la niebla

L

En los próximos días viajaremos a Lima. Mi esposa y yo queremos que nuestra hija de cinco años conozca la ciudad en que nacimos y nos enamoramos y la concebimos una noche improbable en que el azar se conjuró con nosotros. Nos hace ilusión que nuestra hija sepa de dónde venimos, juegue con sus primas, recorra los jardines maravillosos de la casa de mi madre, aprenda a querer a la perrita que vive...

A esto hemos llegado

A

Tan tranquila y predecible es mi existencia que las dos horas más placenteras del día son las que dedico a mirar un juego de fútbol en la televisión: a esto hemos llegado. No digamos ya la ilusión que tengo cifrada en el juego de tenis del domingo, que pienso ver aunque tenga que despertar de madrugada, como si uno de los finalistas fuese mi hijo, mi entenado, mi primo o mi sobrino: que gane mi...

Hasta llegar al mar

H

Había venido a Los Ángeles cuando era joven y me suicidaba todas las noches aspirando cocaína y estaba enamorado de un navegante intrépido que traficaba drogas sorteando a los guardacostas. Era un pirata moderno y tenía la suerte del corsario y nunca lo pillaban. Tenía una casa de tres pisos en Long Beach. Dormíamos en una absurda cama de agua. Es un decir: no dormíamos, estábamos siempre duros y...

Algún día

A

Algún día, mi amor, seremos famosos. Algún día. Nadie llorará en esta ciudad cuando me toque morir. Nadie llorará cuando me toque morir, ni siquiera tú misma. Seré cenizas, seré nubes, seré polvo y olvido, y mis hijas recordarán vagamente haberme conocido. Ha llorado tanto mi madre que le quedarán pocas lágrimas para llorarme por defraudarla una vez más y marcharme a destiempo. Se me recordará...

El jardín de los pudores

E

Mi madre Dorita Tranquilina llegó de visita desde Lima a pasar una semana con nosotros. Vino sola, con sombrero y gafas oscuras, en silla de ruedas a pesar de que todavía camina perfectamente a sus setenta y seis años, con tres maletas llenas de regalos entreverados, machucados y emanando olores promiscuos: frascos derramados de aceite de marihuana, bolsas de cola de caballo y uña de gato...

Que pase el desgraciado

Q

Esta semana ha sido devastadora para mí. El domingo por la noche estaba tan triste que a duras penas podía hablar. Siempre que he votado en elecciones presidenciales peruanas me ha tocado perder. Siempre. Y el domingo no fue una excepción. La primera vez que pude votar como ciudadano peruano para elegir presidente fue en 1985. Yo tenía 20 años. El favorito era un candidato de centro izquierda...

Una noche más

U

Llego al canal a las ocho de la noche. Todavía no ha oscurecido. Estaciono mi auto viejo, con cincuenta mil millas, en un lugar para las visitas. No tengo parqueo reservado, como los gerentes y ciertos talentos de la estación. A lo lejos veo el auto lujoso, azul oscuro, bellísimo, del periodista veterano que sale a las ocho de la noche. Es el auto de mis sueños. Pero lo maneja él y no yo. Mi auto...

Redes sociales