Ha muerto Doris. Ha perdido la vida en un accidente, montando en bicicleta cerca del mar. Tenía cincuenta y nueve años. Era un alma pura, un espíritu noble. En su sonrisa cabía todo el amor del mundo. Amaba a un pintor de pocas palabras y sobrado talento. Tenían dos hijos jóvenes. Eran felices de un modo discreto, sin hacer alarde. Vivían como artistas libres en un pueblo cerca del...
Vargas Llosa y sus dos mujeres
El escritor de capa caída Barclays y el fogoso conspirador político Álvaro Vargas Llosa se encuentran casualmente en un restaurante. Se ven a la distancia con frialdad o con desdén o con rencor. No se saludan. ¿Por qué no se saludan, si fueron grandes amigos? Porque hace quince años dejaron de ser amigos. ¿Por qué dejaron de ser amigos? Cada uno tiene su propia versión del modo...
Memorias de un parricida
Rodeado de libros leídos y por leer, de manuscritos inéditos que envían escritores o aspirantes a escritores, de papeles viejos y cuentas pagadas y contratos expirados, Barclays decide que, como está comenzando el año, comprará una máquina trituradora y hará trizas esa cordillera de montañas hechas de papeles antiguos que circundan su mesa de trabajo. No sabe que, al hacerlo...
Mi pasado criminal
Cuando tenía veinte años, en 1985, robé un traje de baño en una tienda por departamentos en Denver, Colorado. No necesitaba dicha prenda. Era invierno en Denver. La robé por pura diversión idiota. Como no me pillaron, pensé que era un genio y que debía seguir robando. Me encontraba en Denver visitando a un amigo, hijo de argentinos acaudalados, que estudiaba en esa ciudad. En...
El político es un tiburón
Mi problema con los políticos es que, sean de izquierda o de derecha, no les creo nada. ¿Por qué no les creo nada? Porque, ávidos por llegar al poder, los políticos no creen en nada. Quiero decir: creen en tales o cuales ideas, defienden tales o cuales convicciones, presentan tales o cuales planes, no porque estén genuinamente convencidos de todo eso, sino porque les conviene...
Un jugador todoterreno
Mi relación con el fútbol es parecida a la del alcohólico con el alcohol, a la del ludópata con los juegos de azar, a la del cleptómano con los hurtos: soy adicto. No es, sin embargo, una adicción de la que quiera curarme, de la que pueda curarme. No es, o eso creo, una adicción dañina, autodestructiva. Mi madre piensa lo contrario: cree que las horas que paso volcado al fútbol...
Esos vientos díscolos que venían del sur
Tres han sido los grandes amores de mi vida. No me refiero a mis hijas, ni a mi madre, a quienes amo en el ámbito más puro e incontaminado del amor exento de deseo erótico, del amor sin intercambio de efluvios y secreciones, del amor que no se termina, que es eterno. Me refiero, claro está, a las pasiones amorosas, a las fiebres eróticas que me han invadido, a las amantes y a los...
No por ahora
El año que termina ha sido muy bueno para mí. Ha sido benévolo conmigo porque me ha perdonado la vida, me ha salvado la vida. Pudo no ser así, pude enfermarme del virus y morir. Vi morir del virus a dos amigos cercanos, ambos menores que yo. Uno era el gerente de ventas del canal, un hombre lleno de vitalidad, de energía, de optimismo, que parecía invulnerable a la peste. Era...
Los genios y los locos
En esta casa estamos todos un poco locos. No lo digo quejándome, lo digo celebrándolo. Somos cinco y me temo que no cabe nadie más: mi esposa, nuestra hija, el perro, la gata y yo. Mal podría decirse que soy el jefe de la casa, el patrón, el que manda. En esta casa no mando yo: soy un súbdito de mi familia, un mayordomo de mi esposa, un amo de llaves sin llaves ni delantal, un...
Mis reputaciones
Mi hija mayor, Camille Barclays, estudiante de leyes, contratada antes de terminar su carrera por un prestigioso bufete de abogados, debe elegir con quién desea pasar las fiestas de fin de año: conmigo, que soy agnóstico y no instalo un pino en mi casa (dejar crecer un pino hasta que tenga la altura suficiente para venderse en las fiestas navideñas es algo que toma al menos siete...