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Mi corazón es un volcán

M

Al terminar el almuerzo, en el restaurante donde comemos todos los días, tomo dos tazas de café expreso. Sin ellas, no encuentro bríos para escribir durante la tarde, encerrado a solas en mi escritorio. Un día sin escribir es un día fallido, incompleto, para mí. No siempre me encuentro inspirado. Aun si no me siento en estado de gracia, procuro perseguir y atrapar a las palabras como si fueran...

Cuaderno de bitácora

C

El vuelo de American a Bogotá debía partir a las nueve y media de la noche. Era un sábado contrariado para mí. Había pasado el día arrastrando un dolor de cabeza mortal. Me había saturado de pastillas para aliviar el dolor, sin que lo mitigasen gran cosa. Viajaba solo. Mi mujer declinó acompañarme. Bogotá no se cuenta entre sus ciudades favoritas. Al día siguiente debía presentarme en la feria...

La felicidad sin esfuerzo

L

Era un sábado por la tarde. Estábamos en Lima. Habíamos viajado a esa ciudad para asistir a la boda de María Luisa, una íntima amiga de mi esposa. El clima parecía insuperable: sol radiante, una brisa bienhechora que subía del mar, la prolongación de un verano tibio que se negaba a retirarse del todo. Debido a que estaban construyendo un edificio al lado de nuestro apartamento y los ruidos eran...

La filosofía del suicida

L

El suicida se sabe derrotado. Todavía no está destruido, pero sí está derrotado, y sabe que esa derrota es irreversible, inmodificable. Como está derrotado, elige destruirse. Todo suicida es una criatura desesperada, al borde del abismo. Sea por una enfermedad incurable o una ruina económica, por una pena de amor o una deshonra insoportable, el suicida considera que la vida que tiene por delante...

El suicidio de Mozart

E

Conocí a Alan García en 1984. Era diputado y candidato presidencial. Tenía apenas 35 años. Yo tenía un programa de televisión. Se llamaba “Conexiones”. Pertenecía a una generación posterior a la de Alan: contaba 19 años. Lo entrevisté en una convención de empresarios. Quedé impresionado por su inteligencia, su elocuencia y su simpatía. Era un mago con las palabras, un hipnotizador. Había nacido...

La goma de mascar

L

Yo podría ser un buen político. Podría ganar unas elecciones. Tengo años de entrenamiento en la televisión como seductor de multitudes. Sé hablar en público, me encanta hacerlo. ¿Por qué entonces no me he atrevido a dar el paso para ser un político profesional? Porque temo que la aventura terminaría mal. Por lo pronto, cuando entras en política y aspiras a un cargo público y luego lo ocupas...

Yo soy una señora

Y

Los días comienzan sosegada, perezosamente, sin prisas ni alarmas. Son las doce del mediodía. He dormido con largueza todo lo que el cuerpo me ha pedido. En mi caso, la felicidad, o una sensación de bienestar que se parece tanto a ella, se desprende de las horas de sueño que me he permitido. Quiero decir: dormir poco me convierte en un individuo desdichado; dormir bastante me hace una mejor...

La rusa

L

Cuando era joven, quiero decir cuando tenía veinte años, y era famosillo en mi país de origen porque salía en televisión haciendo preguntas verbosas, acudía todas las semanas a unos baños turcos en la calle más coqueta del barrio señorial de San Isidro, en Lima, la ciudad donde nací. En esos baños turcos sólo para caballeros, había un tráfico promiscuo de senadores borrachos, animadores...

Es tarde ya para cambiar

E

Aquella noche regresé de la televisión y, al quitarme la ropa, advertí, perplejo, que mis calzoncillos estaban bañados en sangre. Nada me dolía. No tenía un corte, una herida. No había sufrido ninguna lesión. Pero había sangrado copiosamente por el orificio de mi colgajo genital. Mi mujer examinó la zona estragada y dictaminó que podía ser un problema en la próstata o una piedra en el riñón...

Foto de familia

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Mi hermana mayor, artista, poeta, fue monja carmelita de clausura más de diez años, en un convento perdido en las montañas al sur del Perú. No quise visitarla. Era muy arduo llegar al convento. Una vez allá, no podías besarla, abrazarla, solo podías verla al otro lado de una rejilla. Ahora mi hermana, que escribe como los dioses, y corre olas todos los días, vive en una casa frente al mar, al...

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