Toda familia es una guerra de guerrillas. La mía, quiero decir la que fundaron mis padres, no es una excepción. Hay bandos y facciones, hay aliados y enemigos, hay fuego cruzado y fuego amigo, hay lealtades y felonías, hay conspiraciones y delaciones, hay riñas y armisticios. Se supone que las fiestas navideñas son un armisticio, una tregua, un efímero acuerdo de paz. Se supone mal. En mi...
La ciudad que nunca duerme
Presentarse en el mostrador de American Airlines, aeropuerto de Miami, pasajeros viajando en clase ejecutiva, supone un elevado riesgo, porque casi todas las señoras uniformadas que allí despachan parecen víctimas de una prolongada catatonia y se hallan sumidas en un profundo pasmo o estupor mental que les impide resolver las cuestiones más simples. Como si hubiesen escapado de un asilo para...
Carta a mi madre
Querida mamá: Te escribo para contarte, con mucha tristeza, que no iremos a Lima a pasar las fiestas de fin de año. Silvia y Zoe han decidido que prefieren ir a la nieve. Quieren pasar las fiestas esquiando en las montañas de Quebec. Ya sabes cuánto Silvia disfruta esquiando. Como seguramente sabes, están construyendo un edificio al lado de mi apartamento en Lima. Tamara, nuestra asistenta, nos...
Epifanías quemantes
Todas mis novelas, todas sin excepción, y ya son quince, cifra que parece una desmesura, se han inspirado en hechos de mi propia vida, lo que, por supuesto, no supone que cuenten fielmente mi vida, sino que, a partir de ella, de dos o tres imágenes chispeantes, que sirven como fogonazos o gatillazos, empieza a urdirse una trama más o menos ficticia, bastante mentirosa, harto exagerada, que...
La mujer del bikini invisible
Mi mujer y yo estábamos en la piscina techada del hotel Mandarin de Barcelona, jugando con nuestra hija, cuando los pocos bañistas allí presentes enmudecimos súbitamente. De pronto entró al área cálida de la piscina una mujer sola, espigada, de pelo negro, cubierta por un albornoz blanco, y caminó sin mirar a nadie, y nos dio la espalda, y se despojó lenta y calculadamente de la bata, exhibiendo...
Barcelona, Barcelona
Barcelona, no Madrid, no Lima ciertamente, es la ciudad que me hizo un escritor, hace veinticinco años. Yo vivía en Georgetown, Washington DC, allá por noviembre de 1993. Llevaba años, desde 1990, escribiendo a mano, en un cuaderno, que luego fueron varios cuadernos, mi primera novela, “No se lo digas a nadie”. Después de la derrota política de Vargas Llosa y del golpe de Fujimori, no quería...
Ella no vendrá más
Todas las noches vienen al estudio de televisión un puñado de personas que, sentadas en el plató, me acompañan durante la emisión del programa, que dura hora y media y se propala en vivo y en directo. Muchas de esas personas no viven en Miami, vienen de otras ciudades de los Estados Unidos, de Canadá, de países de América Latina, principalmente Venezuela y Colombia. A veces, aunque parezca...
Llegas al paraíso y no paras de toser
Escribo estas líneas desde el paraíso. Estoy sentado en una villa privada. Contemplo las aguas quietas de la piscina en la que nos bañamos anoche, la arena fría que parece traída de la superficie lunar, el mar turquesa, manso, apacible, que, en apariencia, no sabe de olas ni peligros. Allá lejos, millas mar adentro, el océano se recorta en el horizonte y se fusiona con un cielo diáfano, preñado...
El origen de mi vida
UNO. Mi abuelo Bayly tenía treinta años cuando estalló la segunda gran guerra europea. Poseía la nacionalidad británica. Debía combatir por su país. Tuvo el buen juicio de renunciar a la nacionalidad británica. Se exoneró de ir a morir en el campo de batalla. De haberse enlistado, probablemente habría perdido la vida. Yo no existiría. Su prudencia, su aversión a la violencia, nos salvó la vida a...
La primera vez
Tenía quince años recién cumplidos. Cursaba el cuarto año de secundaria en un colegio religioso. Vivía en casa de mis abuelos maternos. Mi abuelo, un rico hacendado, había sido despojado de sus tierras por un dictador militar. Mi abuela, una señora de alta sociedad, tenía predilección por los juegos de naipes. Después del colegio, me cambiaba el odioso uniforme, tomaba un colectivo y me dirigía...