AutorJaime Bayly

La negra bandera de la muerte en mis pulmones

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El inefable Barclays, periodista de televisión, escritor en franca decadencia, podría quedarse en casa, no ir a trabajar y no salir todas las noches en su programa de televisión. Otros periodistas del canal donde trabaja, asustados por el insidioso avance de la plaga, han dejado de ir a trabajar y se han atrincherado en sus casas. Sin embargo, Barclays, a riesgo de contagiarse, elige trabajar...

Iré a tu fiesta, aunque me cueste la vida

I

El trabajador centroamericano, Marcelo, inmigrante indocumentado, fanático religioso, padre de cinco hijos con la misma mujer, se encontraba limpiando los techos de la casa de Barclays cuando se distrajo para hablar por teléfono, se resbaló y cayó aparatosamente, dando un alarido. El grito de angustia y pavor rasgó la quietud de la tarde en aquella isla bucólica y anunció que los días venideros...

El fútbol, esa religión

E

Cuando Barclays era un niño y asistía al colegio inglés, ya era adicto al fútbol. Durante los recreos, jugaba al fútbol con tanta pasión que, al mismo tiempo que perseguía la pelota y la pateaba con extraña delicadeza, relataba a gritos los partidos, provocando la hilaridad ocasional entre sus amigos, y, ya de regreso en las clases, sacaba un cuaderno, otorgaba una puntuación del uno al diez a...

Las guerras del fin del mundo

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El periodista Jimmy Barclays conoció al escritor Vargas Llosa en un restaurante de comida china en San Isidro, Lima, al que Vargas Llosa tuvo la gentileza de invitarlo. Barclays, con dieciocho años, publicaba una columna diaria de opinión política, “Banderillas”, en el diario “La Prensa” de Lima. Vargas Llosa acababa publicar una novela, “La guerra del fin del mundo”, que Barclays había leído...

Vendrá una catástrofe

V

Barclays tenía dos tíos a los que no veía hacía muchos años, tantos como trece: Peter Barclays y William Barclays. Los vio por última vez en el sepelio de su padre, hermano mayor de ambos, a quienes desdeñaba por igual: a Peter lo llamaba “Tontín” y a William le decía “Chiquitín”. Curiosamente, aunque estaban en los funerales de su hermano, tanto Peter como William sonreían a sus anchas, como si...

El amigo de mi padre

E

Pocas semanas antes de que estallaran los disturbios callejeros en Santiago de Chile, agitados por turbas de vándalos enmascarados quemando estaciones del metro y saqueando comercios ante la abulia de los cuerpos policiales que habían recibido la orden de no reprimirlos, Barclays, escritor fracasado, escritor itinerante, escritor porfiado a fin de cuentas, viajó a esa ciudad con los vastos...

La maleta escondida

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La esposa de Barclays, Silvana, regresó del gimnasio y sentenció: -Tenemos que cambiar las alfombras de mi cuarto. Son un asco. Renuente a toda reforma doméstica o redecoración de la casa, enemigo de que personas extrañas entrasen en aquella casa donde había sido tan feliz, Barclays preguntó: -¿No podemos lavarlas? -No -afirmó Silvana-. Quiero cambiarlas. Como la casa de Barclays era una satrapía...

¿Qué esperas para besarme?

¿

El inefable Barclays, estrellita presumida de la televisión, conoció a Shakira, cantante colombiana de formidable talento, hace veinticinco años. Barclays ya era famoso por su programa de entrevistas que se emitía desde Miami para las televisiones de América. Era delgado, tímido, esmirriado, los ojos achinados, cubiertos bajo un flequillo copioso que parecía una palmera, y acababa de publicar una...

La guerra de los Barclays

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Cuando Barclays tenía veinte años, ganaba tanto dinero en la televisión, donde se exhibía como una estrella narcisista, torturando minuciosamente a los políticos con entrevistas punzantes, que se daba el lujo de vivir en el mejor hotel de la ciudad, en la suite presidencial, muy apropiada para sus sueños megalómanos, pues fantaseaba con ser presidente de la nación o dictador vitalicio, manejaba...

La codicia es una planta trepadora que no muere

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Cuando la señora Dorita Lerner viuda de Barclays cumplió ochenta años, repartió la mitad de su fortuna entre sus hijos. Ahora se arrepiente de haber sido tan generosa. Temerosos de que viviera hasta los cien años o más, pues gozaba de estupenda salud, sus hijos la presionaron obstinadamente, majaderamente, para que les donase la mitad de su fortuna, heredada de su familia, dueña de minas, y ella...

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