AutorJaime Bayly

Las calles de San Francisco

L

Mi esposa viajera y nuestra bella hija adolescente que está de vacaciones en el colegio no conocían San Francisco y por eso yo, que soy su agente de viajes y también su dócil mascota, las invité encantado a la costa oeste. No era solo el descubrimiento de San Francisco lo que excitaba la imaginación de las mujeres que gobiernan mi vida. También les hacía ilusión escapar del calor abrasador de la...

Un soplo en el corazón

U

Lo mejor de ir al colegio era escaparme. Mi padre me llevaba en su auto americano, un trayecto largo, una hora, desde su casa en el campo. Según su humor, me daba un dinero, o no me daba nada, al despedirse de mí. En cualquier caso, yo tenía dinero porque, cuando él se metía en la ducha, hurtaba un par de billetes de su cartera, para estar protegido si más tarde, al despedirnos, no me daba nada...

Esta isla bendita

E

Ha sido un alivio volver a mi casa en la isla, sin que los agentes de migraciones me sometieran a interrogatorios hostiles ni impidiesen mi retorno a este país en el que vivo hace más de treinta años. Saliendo del aeropuerto, abracé a mi esposa y celebré que los cancerberos del gobierno no hubiesen hincado sus afilados colmillos en mis carnes flácidas. -Todavía soy un hombre libre -le dije...

Por favor, no me deporten

P

Llegué enfermo a Lima, tosiendo las cinco horas de vuelo desde Miami, temeroso de que mi salud empeorase todavía más en la ciudad del polvo y la niebla, pero, para mi sorpresa, el clima moderadamente frío, que no llegaba a ser agresivo, empezó a sanarme desde la primera noche, pues dormí con unos sueños profundos, de corrido, sin toser, como no podía dormir en Miami hacía semanas. Continué...

Volver a los brazos de mi madre

V

En unas horas, subiré a un vuelo con destino a Lima, la ciudad del polvo y la niebla, la ciudad de la que escapé y a la que, sin embargo, siempre vuelvo. Llevo dos años sin visitarla. Si bien me hace ilusión pasar unos días allá, también me ataca el miedo y, corto de bravura, me pregunto si habré de arrepentirme. Viajo por dos razones que me parecen poderosas: la primera, que dos años son muchos...

El hombre imperfecto

E

Hace unas semanas mi esposa me convenció para hacer ejercicios en el gimnasio de la casa. Llevaba años sin ejercitarme y estaba subido de peso. Inaugurando unos desusados hábitos atléticos, empecinado en adelgazar, subía todas las tardes a la cinta para correr, elegía una velocidad moderada y, una hora después, bajaba, sudoroso, alardeando de mi resistencia, como si hubiera corrido una maratón...

Nadie oye mis plegarias

N

No por ser agnóstico dejo de rezar ocasionalmente. Rezo por las dudas, como quien arroja una botella al mar con un mensaje manuscrito que expresa un deseo improbable. Rezo cuando estoy en apuros, cuando me falta el aire, cuando presiento la cercanía de la muerte. También rezo para dar gracias porque no se cayó el avión, porque mi mujer todavía me ama, porque mis hijas están bien. Soy un creyente...

El gordo del avión

E

  Era un domingo a mediodía en Los Ángeles. Un sol tibio hacía justicia, despejando el aire viciado de las revueltas callejeras. Mi esposa estaba triste porque nos marchábamos de esa ciudad que tanto amaba. -Volveremos el próximo verano -la alenté. Lo que a ella le gustaba de esa ciudad era el clima templado del verano, el gimnasio y la piscina del hotel, un particular restaurante italiano...

No volveré al desierto

N

  Cuando le conté al conserje del hotel en Los Ángeles que manejaríamos tres horas rumbo al desierto, me dirigió una mirada preñada de malos augurios, torció el gesto y dijo: -No vaya al desierto. Es peligroso. Hace demasiado calor. No le hice caso. Yo quería ir al desierto. Llevaba años deseando conocer el desierto de Palm Springs. Me hacía ilusión pasar unos días confundido entre los...

Los vientos y los fuegos

L

  Llevaba un año y medio sin ver a mi hija mayor. No había rencillas ni rencores entre ambos. Habían pasado dieciocho meses sin vernos porque su agenda no coincidía con la mía. Con apenas treinta y un años, es una abogada exitosa, lleva una vida atareada, trabaja en uno de los mejores estudios en la capital de la nación. No hay día en que no trabaje. Incluso cuando se toma unos días libres y...