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Me cansé de ser tu hija

M

      Mi hija Patricia, quien cumplirá treinta años a finales de junio, me pidió que le adelantase su regalo de cumpleaños para viajar a París con su novio. Al asociar su regalo al viaje europeo, fue evidente para mí que ella esperaba que le obsequiase dinero contante y sonante, y no un libro escrito por mí, un perfume o una chalina. Le escribí entonces a mi hija Claudia, su...

El capitán del velero

E

    Hace quince años, el hombre más rico de mi familia, el hermano mayor de mi madre que no se casó ni tuvo hijos, murió de cáncer a una edad temprana, antes de convertirse en un anciano. Ese hombre que amaba a los perros y salía a navegar en un velero los fines de semana supo amasar una vasta fortuna como empresario minero. En los breves meses que duró su agonía, la familia de mi madre...

El paciente enamorado

E

      -No es un tumor -me dijo la doctora. Yo no quería presentarme a esa cita médica y ahora sentía poderosamente que me había enamorado de esa doctora que parecía una actriz de cine. Estaba preparado para decirle a la doctora que hacernos esperar más de una hora era una indelicadeza y una grosería, pero cuando finalmente apareció y me dio la mano, me mordí la lengua, deslumbrado...

Los platos rotos

L

    Todo se me cae. Todo se me mancha. Todo se me rompe. Todo se me olvida. Estoy por cumplir sesenta años y me siento acabado, como si tuviera ochenta. Es verdad que cuando era un niño ya se me caían las cosas y mi padre se enfurecía y me miraba con rabia y me decía manos de mantequilla. Pero ahora se me caen más cosas, más frecuentemente, más ruidosamente. Se me caen los cubiertos...

Pobres mis suegras

P

    Los dioses traviesos que hicieron de mi vida un guion humorístico me han adjudicado un total de cinco suegras oficiales y un número impreciso de suegras oficiosas, extraoficiales. Las oficiales sabían que yo estaba en amores con alguien de su prole o descendencia y habían quedado atrapadas en la impredecible telaraña de mis deseos. Las extraoficiales no lo sabían y pensaban...

Renuncio a ser tu padre

R

    Cuando era un adolescente, mi sueño era alejarme de mi padre. No me interesaba salir con chicas, ni bailar en las fiestas de moda, ni vestirme como un dandi con ropa importada. Yo solo quería estar lejos de mi padre. Por eso robaba dinero a mi padre y joyas a mi madre y me escapaba a vivir en hoteles en el centro de la ciudad, a pesar de que era menor de edad. Por eso terminé...

El futbolista retirado

E

    El escritor quiere hacer una película. Tal vez porque sabe que es un escritor irrelevante, sueña con volverse relevante escribiendo y produciendo una película. El sueño que lo persigue no es reciente. Cuando escribió su primera novela hace más de treinta años, imaginó que sería una película. No se equivocó. Gracias a que ese libro fue un éxito, vendió los derechos cinematográficos a...

Dejen mi bola en paz

D

      Me ha salido una bola en medio del estómago. Tiene el tamaño de una pelota de golf o de ping-pong. Es más grande que una canica, pero más pequeña que una bola de billar. No duele. Es meramente decorativa. Se erige como un solitario montículo en el centro mismo de mis entrañas. Mi esposa, alarmada, dice que la bola puede ser mortal de necesidad. Yo le digo que, si no me duele...

El maquillador y el escritor

E

    El primer lunes de enero, día desusadamente frío, he vuelto a la televisión, después de un mes entero de vacaciones, dedicado a escribir una novela sobre unos dictadores que ya no respiran. En cierto modo, echaba de menos esa rutina torturada y acaso autodestructiva, el hábito de conducir una hora, por autopistas congestionadas, hasta el estudio en los arrabales de la ciudad, para...

Moriré pobre

M

    Al comenzar el año, me propuse ser una persona fiscalmente responsable y recortar mis gastos. No se trataba de un súbito arrebato de austeridad, mesura o avaricia. Ocurre que la empresa en que trabajo me pagará veinte por ciento menos a partir de enero. Pensé entonces: si voy a ganar menos, debo gastar menos. Hay ciertos gastos que, por desgracia, no puedo reducir: el colegio de mi...