Categoríacolumna

Arañas que salen de la boca

A

-Creo que mi mujer ha dejado de quererme -piensa Barclays. Años atrás, en Barcelona, cuando ella soñaba con ser una escritora maldita, Barclays se la presentó a su agente literaria, una mítica señora catalana: -Te presento a Silvana, mi mujer. -No es tu mujer -lo corrigió la agente-. Es Silvana. No es tu mujer ni la mujer de nadie. Aunque ya llevaban unos años casados, Barclays recién comprendió...

El hijo de Dios

E

El escritor Manuel García Ribeyro era tan ambicioso y obsesivo, tan ensimismado y adicto al trabajo que, cuando su esposa Pilar le sugería que tuvieran un hijo, decía: -Si quiero ser un escritor respetable, no puedo tener hijos. Sin embargo, ante las presiones de su esposa, se rindió. Ambos habían nacido y crecido en el corazón de Sudamérica, el Perú. Vivían en Londres, donde García Ribeyro era...

Los genios

L

Con apenas quince años, Jimmy Barclays entró a trabajar como practicante al diario “La Prensa” porque su madre, Dorita Lerner, preocupada por su conducta díscola, quería que hiciera algo útil durante las vacaciones escolares y era amiga del director del periódico, Arturo Salcedo, a quien le pidió que se inventase un empleo no remunerado para su hijo descarriado, oveja negra, que no había querido...

La letra J en su espalda

L

El escritor Jimmy Barclays entró con aire ceremonioso, a paso lento, dándose ínfulas de gran escritor, en una librería deslumbrante y majestuosa de Buenos Aires, una de las librerías más bellas del mundo, un antiguo teatro convertido en librería. Luego hizo discretamente lo que solía hacer en una librería: espiar si tenían sus libros, o al menos su título más reciente. Como no los encontraba...

El niño que nació para mandar

E

-Tú has nacido para ser presidente. Dios te ha escogido para salvar a nuestro país. Eso le decía al niño Jimmy Barclays su adorada madre Dorita Lerner, cuando terminaban de rezar el rosario en latín. -Tú eres un líder nato. Has nacido para mandar, no para obedecer. Las palabras de Dorita Lerner penetraban dulcemente el espíritu piadoso de su hijo y azuzaban sus fantasías más caras: seré famoso...

El escritor que se invitaba a sí mismo

E

Escritor itinerante, periodista de verbo inflamado, hombre de derechas liberales, libertarias y libertinas, sospechoso de fumar marihuana a hurtadillas, Jimmy Barclays, ya cincuentón, llega a Santiago de Chile, después de tres años sin visitar esa ciudad. Va a presentarse en un festival de autores, un congreso literario. No lo han invitado, se ha invitado él mismo. Ha comprendido que, dada su...

Cuando sea grande

C

Jimmy Barclays era un niño curioso y ensimismado, que vivía con sus padres en una casa en el campo, una casa tan grande que los jardines parecían infinitos y los vecinos no existían o no podían otearse en el horizonte. Su madre, Dorita Lerner, consumía sus horas más afiebradas rezando el rosario en latín, visitando las virgencitas y los santos en los jardines lujuriosos, depositándoles flores...

El siquiatra y su vecino

E

Jubilado, setenta y dos años, Niño de Guzmán se levanta a la hora de siempre, ocho de la mañana, toma un desayuno frugal, apenas una tostada con queso cremoso y un café, se asoma a la ventana de su departamento y confirma que su vecino, el doctor Cisneros, no ha arriado la bandera de la nación que, hace semanas, izó y puso a ondear, durante las fiestas patrias. Todos en el apacible vecindario...

No debí asistir a su boda

N

Un día antes de casarse civilmente con un joven al que conoció en el campus de la universidad de Berkeley, estudiando una maestría de negocios, Valentina invita a Sofía, su mejor amiga de toda la vida, su amiga desde los primeros años del colegio, a visitar el spa del mejor hotel de la ciudad y tomar unos masajes para relajarse y aplacar la ansiedad que la devora. Valentina está enamorada de...

Huir de un huracán para caer en otro

H

Cuando anunciaron que el huracán Dorian se había fortalecido al punto de llegar a categoría 4, se dirigía viciosamente a las Bahamas y, de cumplirse los pronósticos, podía golpear las costas de la Florida a la altura de Palm Beach, no dudé en decirle a mi esposa Silvia que debíamos irnos de Miami cuanto antes y ponernos a buen recaudo del ciclón. Muchos años atrás, en 1992, me había quedado en...

Redes sociales