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Grandes amigos libertinos

G

Hijo de argentinos, padre golfista, madre religiosa de gran corazón, a Carlos le dije siempre Carlitos. Nos conocimos en una universidad católica de Lima (las universidades no deberían profesar religiones, pero esto no lo advertí a tiempo) y dos o tres cosas nos unieron poderosamente: la pasión por el cannabis de alta calidad, una marcada abulia e impericia para resolver problemas matemáticos...

Taquicardia y palpitaciones

T

Aunque ya casi no hablo por teléfono, y todo lo resuelvo mediante correos electrónicos, llamé por teléfono al gerente del canal, en el que trabajo hace casi doce años, y le dije: -Mañana miércoles no haré el programa en vivo. El gerente, una buena persona, un hombre amable, preguntó: -¿Te toca día libre por contrato? -No –respondí-. Me toca salir en vivo. Pero no podré salir en vivo. -¿Estás mal...

Hoy serás mi jefa

H

Martina tiene cáncer. Se está muriendo. Le queda poca vida. Ella lo sabe. No quiere estar en el hospital. Ha elegido no hacerse más tratamientos agresivos que la dejan muerta en vida, postrada, con náuseas. Quiere despedirse de la vida gozándola, si eso todavía es posible. Martina tiene sesenta y ocho años. Es madre de tres hijos. Dos de ellos están en Lima, su hija menor está en Nueva York. Son...

Un amor del tamaño del mar

U

La señora que viene los fines de semana a limpiar la casa se llama Lorenza Pastora. Es paraguaya. Habla como paraguaya. Es una delicia escucharla. Tiene un acento musical. No ha cumplido cuarenta años. Tiene apenas treinta y ocho. Lleva diez años viviendo en este país. Lorenza Pastora dejó a sus dos hijos en Asunción antes de venir a los Estados Unidos. Entonces tenían cinco y tres años. Ahora el...

Cada argentino es un volcán

C

Cuando le pido a mi esposa que viajemos a Buenos Aires este fin de semana para escapar de la rutina sosegada de Miami, ella me dice: -Es demasiado lejos. No hay Amazon. No hay Uber. Es Tercer Mundo. Yo, que soy un argentino frustrado, que pienso mudarme a Buenos Aires cuando me retire de la televisión, que soy el nuevo “peruano parlanchín” que ama todo lo argentino, incluso lo más irracional...

Ya es tarde para cambiar

Y

Mi esposa me ha amonestado severamente y llamado al orden porque dice que soy un debilucho, un bobo, un pusilánime que paga ciertas cuentas que no le corresponden. Ella cree que otros abusan de mí y que no sé defenderme y decir que no. Basa su postura en tres casos separados: el carpintero guatemalteco me pidió dinero para viajar con su familia a la nieve de Carolina del Norte el pasado invierno...

Mi vida no se cuenta en años

M

Nada es más importante, absolutamente nada, ni una reunión familiar, ni una liturgia religiosa, ni una refriega erótica, ni un acto político, ni el estreno de una película o la publicación de un libro, que un gran partido de fútbol. Todo lo demás se subordina al poderoso e irresistible hechizo que ejerce un gran partido de fútbol. Todo se rebaja y palidece y se torna gris y prescindible comparado...

Mi amazona y mi jinete

M

Silvia, mi esposa, la madre de nuestra hija Zoe, cumplirá pronto veintinueve años. Hace siete años, mediados de 2010, me dijo que estaba embarazada. Tenía apenas veintiún años y medio, había vivido toda su vida en Lima, soñaba con ser una escritora, acababa de publicar su primera novela, “Lo que otros no ven”, y no le asustaba, a pesar de su corta edad, ser madre, darme una hija, sellar ese pacto...

Mal nacida felicidad

M

Hace unos años escribí una columna titulada “Ahora que por fin soy rico”, narrada en primera persona, contando que había recibido una cuantiosa herencia de mi madre y que, casi al mismo tiempo, los médicos me habían encontrado un tumor en el cerebro que no era posible operar ni extirpar. El texto, presumiblemente anclado en la ficción, aspiraba sin embargo a ser creíble, y por lo visto dicha...

Este horno inhumano

E

Ese viernes por la tarde, mientras hacía maletas a toda prisa, el jardinero y el carpintero, integrantes casi de mi familia, colocaban ruidosamente láminas de metal en las puertas y ventanas de la casa, al tiempo que los meteorólogos, esos monarcas de la exageración, reyes de la hipérbole, pontífices de la histeria y el pavor, anunciaban que el huracán tan temido pasaría por el techo mismo de mi...

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