Quien primero me advirtió del huracán Irma fue mi hermano Javier, doce años menor que yo, recién cumplidos los cuarenta, con el cual suelo intercambiar correos electrónicos comentando partidos de fútbol, un deporte que nos apasiona. Estábamos contentos porque la selección peruana de fútbol le había ganado a Bolivia y esperanzados de que consiguiera un buen resultado ante Ecuador, aunque no...
Bella mariposa inmortal
Una de las personas más fascinantes que he conocido (y vaya que he conocido personas famosas, poderosas, odiosas, por la naturaleza de mi oficio de preguntón en la televisión, un trabajo que vengo fatigando hace más de tres décadas) es la cantante de Barranquilla, musa inasible, bella mariposa inmortal, criatura etérea, inventora de técnicas infalibles de seducción, maga y hechicera, Shakira, a...
Los amores que perdí
Hay dos o tres personas, amores imposibles, pasiones contrariadas, tatuajes imborrables en el corazón, con las que sueño muy a menudo, y no son sueños precisamente sosegados o placenteros, son sueños traspasados por la desesperación, la culpa, la ansiedad, la impaciencia por reunirme con ellas y redimirme, amándolas como no pude en su día, de los fracasos y desencuentros que nos enemistaron y...
El viajero consentido
El viajero experto, profesional (y me jacto de serlo, perdón por la inmodestia), elige el vuelo no sólo teniendo en consideración el horario de salida (casi nunca vuelo antes de las dos de la tarde, debido a que soy un dormilón y detesto madrugar), sino especialmente el tipo de avión: hay que evitar los viejos 737 y los pequeños 319, buscar con denuedo los 757, 767 y 321 que tengan “asiento...
¿La familia o el programa?
Viajar o no viajar, ésa es la cuestión. Debemos decidir en las próximas horas si nos subiremos a un avión con destino a Los Ángeles y manejaremos un par de horas al sur hasta una playa que no conocemos y nos han recomendado, Laguna Beach. Mi familia (quiero decir mi esposa y nuestra hija de seis años) pide viajar. La próxima semana será la última de las vacaciones escolares y enseguida nuestra...
Ha muerto el televisor
Cuando era un niño y vivía con mis padres y mis numerosos hermanos en una casa muy grande, arriba de un cerro, en Los Cóndores, a una hora de la ciudad, teníamos un solo televisor instalado en la sala principal, sobre la chimenea, y era en blanco y negro, y no existían entonces el control remoto, ni la televisión a colores, ni mucho menos el cable, y solo podíamos ver tres canales, el 4, el 5 y...
Una bolsa debajo de la cama
La semana pasada estuvimos en Los Ángeles. Cuando digo “estuvimos”, me refiero, por supuesto, a mi esposa y nuestra hija de seis años, sin las cuales no me apetece o provoca viajar a ninguna parte, porque un día sin ellas es un día triste, malhadado. No me jacto de conocer bien esa vasta ciudad. La he visitado en numerosas ocasiones, y siempre me he quedado en Santa Mónica, cerca del mar, porque...
Cinco días en Vancouver
Hacía muchos años, nueve para ser exactos, que no venía a Vancouver, British Columbia. Aquella vez vine a visitar a mi hermano, que se había instalado recientemente en la ciudad, y empezaba a conquistarla con dosis parejas de aplomo y arrojo. Ahora lo encuentro nuevamente en este lugar fascinante, de una luz arrobadora y un aire limpísimo, con los bosques y los parques más lindos que uno pueda...
Un hombre y un revólver
Cuando mi esposa me dijo que quería irse dos semanas a Lima con nuestra hija de seis años, para escapar del calor agobiante de Miami y disfrutar del suave invierno de Lima, tan suave que a veces no parece invierno, pensé que nos vendría bien dejar de vernos unos días y, si acaso, extrañarnos. Desde que ella quedó embarazada siete años atrás, nunca nos habíamos separado más de tres o cuatro días...
El tesoro oculto de mi madre
Saliendo de la Casa Blanca, tuvimos que pasar por un detector de metales y la alarma sonó apenas registró algo extraño en la cartera de mi madre Dorita. Un atento oficial uniformado escudriñó el bolso de mi madre y encontró dos cucharitas de plata. -Son mías –se apresuró a aclarar Dorita-. Las traje por si me invitaban un tecito. El oficial le creyó y las colocó de vuelta en la cartera. Pero yo...