Mi relación con el fútbol es parecida a la del alcohólico con el alcohol, a la del ludópata con los juegos de azar, a la del cleptómano con los hurtos: soy adicto. No es, sin embargo, una adicción de la que quiera curarme, de la que pueda curarme. No es, o eso creo, una adicción dañina, autodestructiva. Mi madre piensa lo contrario: cree que las horas que paso volcado al fútbol...
Esos vientos díscolos que venían del sur
Tres han sido los grandes amores de mi vida. No me refiero a mis hijas, ni a mi madre, a quienes amo en el ámbito más puro e incontaminado del amor exento de deseo erótico, del amor sin intercambio de efluvios y secreciones, del amor que no se termina, que es eterno. Me refiero, claro está, a las pasiones amorosas, a las fiebres eróticas que me han invadido, a las amantes y a los...
No por ahora
El año que termina ha sido muy bueno para mí. Ha sido benévolo conmigo porque me ha perdonado la vida, me ha salvado la vida. Pudo no ser así, pude enfermarme del virus y morir. Vi morir del virus a dos amigos cercanos, ambos menores que yo. Uno era el gerente de ventas del canal, un hombre lleno de vitalidad, de energía, de optimismo, que parecía invulnerable a la peste. Era...
Los genios y los locos
En esta casa estamos todos un poco locos. No lo digo quejándome, lo digo celebrándolo. Somos cinco y me temo que no cabe nadie más: mi esposa, nuestra hija, el perro, la gata y yo. Mal podría decirse que soy el jefe de la casa, el patrón, el que manda. En esta casa no mando yo: soy un súbdito de mi familia, un mayordomo de mi esposa, un amo de llaves sin llaves ni delantal, un...
Mis reputaciones
Mi hija mayor, Camille Barclays, estudiante de leyes, contratada antes de terminar su carrera por un prestigioso bufete de abogados, debe elegir con quién desea pasar las fiestas de fin de año: conmigo, que soy agnóstico y no instalo un pino en mi casa (dejar crecer un pino hasta que tenga la altura suficiente para venderse en las fiestas navideñas es algo que toma al menos siete...
Moscas muertas en mi cerebro
Yo, la verdad, no aprendí nada en el colegio, o todo lo que aprendí lo he olvidado ya. En el colegio inglés aprendí a hablar en inglés, pero cuando hablaba en inglés mis profesores pensaban que estaba hablando en latín o en arameo, es decir que, en rigor, no hablaba en inglés, sino que lo masticaba, lo despedazaba, lo mascullaba. Peor todavía, como llevo décadas viviendo en...
Un ser superior
El programa de televisión que dirige y presenta Barclays se llama precisamente “Barclays”. Parece una señal de egocentrismo, de narcicismo, de culto a la personalidad, como si fuera el dictador norcoreano, rechoncho y envanecido. ¿No podría llamarse “Las noches de Barclays” o “Las noticias con Barclays” o “El mundo de Barclays”? No: Barclays se ha adueñado de su apellido sin pedir...
Inmortales
Ha llegado el frío a la isla. Con el frío, han llegado los viajeros que huyen del verdadero frío. Llegan desde Nueva York y Boston, desde Montreal y Toronto, desde Chicago y Washington DC. Escapan de temperaturas heladas, impiadosas. Porque el frío en la isla es, para ellos, una suerte de verano en noviembre. ¿De qué frío hablamos cuando hablamos de frío en la isla? Dieciocho...
El escritor beodo, plagiario y tilingo
Cuando era joven, apenas dieciocho años, Barclays, que soñaba con ser un escritor, pero no se atrevía a decírselo a nadie, entrevistó, como reportero de televisión, a un escritor al que admiraba, un novelista consagrado, Bryce Echenique, que vivía en Francia y se ganaba la vida como profesor universitario en Montpellier. Notoriamente borracho, Bryce Echenique respondió con ingenio y...
La isla del paraíso
Barclays conoció la isla de Key Biscayne cuando tenía veinte años y se enamoró inmediatamente de ella. Quedó hechizado por al aire puro, la luz diáfana, la mansedumbre del mar, el sosiego de sus días, el buen humor de sus vecinos. -Aquí vive gente feliz -pensó-. Aquí voy a ser feliz -se dijo a sí mismo-. Aquí merezco vivir. No se equivocó: ha vivido en esa isla los últimos...