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En el cielo, sin estar muerto

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Hace once años, en octubre de 2007, más exactamente el domingo 7 de octubre de 2007, siempre el 7 mi número de suerte, conocí a Silvia, el gran amor de mi vida. Ocurrió en los estudios de un programa de televisión que hacía en Lima, “El Francotirador”, que se emitía los domingos a las diez de la noche, en vivo, por el canal 2, un programa que supo durar cinco largos años y ser bastante exitoso...

Una pareja va al cine y, de pronto, pelea

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Mi mujer y yo nunca peleamos. Nos llevamos realmente bien. Hasta que la otra noche peleamos. Como todos los fines de semana, habíamos ido al cine, a unas salas modernas, con asientos anchos, reclinables, y carta de comida y bebidas para pedir lo que uno quisiera durante la película. Antes habíamos cenado en un restaurante japonés. Mi mujer tomó dos copas de vino tinto. Yo no bebo alcohol, tengo...

Un antiguo amor por Buenos Aires

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Llevaba más de un año sin visitar Buenos Aires, y me parecía un crimen. No tenía razones para ir a esa ciudad tan lejos de casa: nadie me esperaba, no estaba lanzando un libro, carecía de agenda, no me quedaban amantes ni amigos en aquella ciudad. Mi esposa no quería acompañarme, decía que el vuelo de nueve horas sería una paliza que prefería ahorrarse, me deseaba suerte en la aventura. Era...

Mi hijo lujurioso

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Era la una y media de la mañana. Nuestra hija dormía en su cuarto. El perrito estaba tendido en el piso, durmiendo en apariencia profundamente. Había elegido un lugar donde recibiese el soplo frío del aire acondicionado. Afuera seguía haciendo un calor infernal. Miami tiene dos estaciones todo el año: calor y mucho calor. Ahora mismo estamos en la segunda. Suele prolongarse hasta noviembre. Mi...

El rencor es una fruta que se pudre lentamente

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Nunca sé si mis hijas me escriben porque me extrañan y quieren verme, o porque necesitan dinero y desean que las ayude económicamente. Aunque ya se han graduado de la universidad, son profesionales de éxito y tienen trabajos muy bien remunerados, y a pesar de que ya no estoy obligado a sostenerlas económicamente, las quiero tanto que estoy dispuesto a darles dinero, todo el que me pidan, hasta el...

La vida allá abajo

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Como ahora todo o casi todo se compra por internet, desde el celular o la computadora, sin salir de casa, mi esposa, que desde niña vivió con una perrita, y echaba de menos la compañía canina, compró, sin consultarme, porque sabía que me opondría, al perrito Leo, que había nacido en Iowa y era un bebé de tres meses, una mezcla de poodle con bichón frisé. Una vez que pagó por el perrito y le...

El desmayo y el testamento

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El escritor, quién lo diría, está sentado sobre una fortuna nada desdeñable. Posee un patrimonio considerable, que, en su juventud, cuando soñaba con ser un artista austero pero libre, no imaginó que sería capaz de amasar. Una parte de esa riqueza, digamos la tercera parte, proviene de su trabajo en la televisión, oficio que fatiga con moderado éxito hace más de tres décadas. La mayor parte de su...

Fuimos nubes, seremos nubes

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Viajar por puro placer, y nosotros lo hacemos todos los meses, descuidando la educación convencional de nuestra hija de siete años en la escuela, arriesgándome a que me despidan de la televisión por ser tan holgazán, parte de una premisa capital: si bien somos razonablemente felices acá donde vivimos, donde hemos elegido vivir, podríamos ser más felices allá, en esa otra ciudad, cercana o lejana...

Un loco suicida

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Antes de subir al avión que nos traería de regreso a casa, estábamos todos bien de salud. El vuelo salió temprano de Los Ángeles, cruelmente temprano para mis estándares. ¿Por qué elegimos ese vuelo, cuyo horario de salida no parecía el más cómodo? Porque de los siete vuelos diarios que hay entre Los Ángeles y Miami, el que sale a las nueve de la mañana es el avión más confortable, un triple...

Las casas en las que nunca viviré

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Volar de Miami a Los Ángeles, si no hay contratiempos, si el vuelo de American no sale demorado, se hace largo y pesado, aun si consigo escribir durante el vuelo, o si encuentro una buena película que acelere el paso del tiempo. En teoría, son cinco horas, pero uno sale de casa a las tres de la tarde y llega al hotel, extenuado, sediento, la lengua afuera, diez horas después, y eso que no...

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