Salí de casa en traje y corbata, a las siete de la tarde. Aún no había oscurecido. Debía dirigirme al canal de televisión, a unos cuarenta minutos sin tráfico desde mi casa. Pero en el camino me distraje, olvidé adónde iba y terminé en el aeropuerto. Dejé la camioneta en el estacionamiento, caminé al mostrador de la aerolínea, entregué mi tarjeta platino y dije que tenía que tomar un vuelo a Lima, Perú. Me pidieron mi pasaporte. No lo llevaba conmigo. Me preguntaron a qué hora salía mi vuelo. Dije que no lo recordaba. Entregué mi licencia de conducir. Miraron en la computadora pero no encontraron nada. Me preguntaron si estaba seguro de que tenía un vuelo a Lima esa noche.

-Sí –dije-. Tengo que visitar a mi madre. Ella está esperándome.

Confundido, desorientado, impaciente por subir al avión, llamé a mi esposa y le pregunté a qué hora salía mi vuelo.

-¿Tu vuelo adónde? –me preguntó ella, sorprendida.

-A Lima. ¿No te dije, cuando nos despedimos, que me iba a visitar a mi madre? –le pregunté.

-No –respondió ella-. Me dijiste que te ibas al canal a hacer tu programa como todas las noches.

Quedé en silencio, hundido en una niebla espesa que me impedía ver las cosas con nitidez.

-¿Tengo programa hoy? –pregunté.

-Sí –me dijo mi esposa-. Te pido por favor que vayas al canal y hagas tu programa.

Me despedí de las mujeres de la aerolínea, manejé hasta el estudio y, sin contarle a nadie que me había desviado al aeropuerto en medio de una insólita laguna mental, hice el programa. Pero no lo disfruté, porque seguía pensando que, en ese momento, yo no quería estar en la televisión, sino dirigiéndome a Lima a visitar a mi madre. Extrañamente, sentía una profunda urgencia por abrazarla. Y estaba seguro de que ella estaba esperándome.

Llegando a la casa, mi esposa se preocupó, me hizo un té verde y llamó a mi madre para que yo me asegurase de que no estaba esperándome. La despertamos, porque ella se duerme a las diez de la noche, y le pedí disculpas porque no iría a visitarla como había querido, pero ella me calmó, me dijo que no había apuro y que yo era bienvenido siempre, con cita o sin ella.

Esa fue la primera señal de que algo malo se había metido en mi cabeza.

Unos días después salí a correr a media tarde y en algún momento me despisté y olvidé la ruta de regreso a casa. No llevaba un celular. No sabía cómo volver a casa. Estaba perdido. Corrí hasta la parroquia, entré al templo desierto, me senté en una banca y recé. Le pedí a Dios que me iluminase para volver a mi casa. Estaba seguro de que me esperaban mi esposa y mi hija. Pero nadie me iluminó. Me eché en la banca y me quedé semidormido. Un rato más tarde me despertó una señora y me preguntó qué hacía allí.

-Estoy esperando a mi madre –le dije-. Vamos a oír misa.

Pero mi madre estaba en Lima y no iba a llegar a oír misa. La señora me preguntó si estaba bien. Le dije que no recordaba el camino de regreso a casa. Me preguntó si sabía el número de teléfono de mi casa. No lo recordaba. Tampoco recordaba el celular de mi esposa.

-Yo creo que sé dónde vive usted –me dijo.

Me subió a su auto, me llevó a mi casa y le dijo a mi esposa que me había encontrado durmiendo en la iglesia.

-¿Qué hacías en la iglesia? –me preguntó mi esposa.

-Estaba esperando a mi madre –le dije-. Sentí que iba a llegar en cualquier momento.

Mi esposa llamó a mi madre y le dijo que yo tenía una rara necesidad de verla pronto. Mi madre se preocupó y dijo que en unos días vendría a visitarme.

-¿Está tomando alguna pastilla nueva? –preguntó.

-No, que yo sepa –respondió mi esposa.

Días después, cuando mi esposa y nuestra hija habían salido a las clases de karate, abrí la caja fuerte y me distraje mirando las cosas que habíamos guardado en ella: euros, libras esterlinas, coronas suecas, pesos argentinos, pesos uruguayos; marihuana; papel para fumar marihuana; una pistola nueve milímetros; balas; un revólver calibre treinta y ocho; balas; tres consoladores de jebe. Uno de los consoladores me pareció enorme, gigantesco, obscenamente grande. Pensé: va a llegar mi madre, lo va a encontrar, qué va a pensar de mí, se va a morir de la pena y la vergüenza, tengo que botar este consolador absurdamente grande. Lo saqué de la caja fuerte y luego me pregunté adónde debía tirarlo: a la basura de la cocina o del baño, no, de ninguna manera, porque podía encontrarlo mi hija o la empleada; a los cubos de basura de afuera, tampoco, porque podía encontrarlo el jardinero o los basureros, qué pensarían de mí. Decidí que lo tiraría discretamente en el cubo de basura de la gasolinera. Metí el consolador en el bolsillo de mi pantalón, salí de casa y manejé a la gasolinera. Cuando llegué, no recordaba por qué había ido allí. Llené el tanque, compré mentas, conversé con el dependiente y volví a casa. Al volver del karate, mi esposa me encontró viendo el canal de dibujos animados que veía nuestra hija.

-¿Qué haces con eso en el bolsillo? –me preguntó, bajando la voz, mientras nuestra hija comía una gelatina de fresa en la cocina.

-¿Con qué? –pregunté.

-Con esto –dijo ella, y sacó el consolador, y lo metió en su cartera.

-No sé –le dije, sorprendido-. Pero por favor no pienses mal. No he hecho nada raro.

-¿Y entonces por qué lo sacaste de la caja fuerte? –preguntó ella.

-No sé –le dije-. No me acuerdo.

-¿Te tocaste en el baño? –preguntó ella.

-No, para nada –le dije, y seguí viendo los dibujos animados.

Ayer por la tarde fui al banco a retirar dinero en efectivo. Me pidieron mi clave. No estaba seguro de recordarla. Traté distintas combinaciones pero ninguna funcionó. Llamaron al gerente. Me preguntó si había cambiado mi clave cibernéticamente. Le dije que no. Me dio más oportunidades, a ver si atinaba. Traté todas las contraseñas que creía recordar, sin resultado positivo. Me puse tan nervioso y triste que se me humedecieron los ojos. El gerente me sirvió un café, me llevó a su oficina y llamó a mi esposa. Por suerte, ella recordaba mi clave. Me dieron el dinero. El gerente me apuntó la clave en un papelito, por si volvía a olvidarla. Pero saliendo del banco no estaba seguro de por qué necesitaba tanto dinero en efectivo.

-¿Por qué sacaste diez mil dólares? –me preguntó mi esposa.

-Porque tengo que ir a Lima a dárselos a mi madre –respondí.

Mi esposa llamó a mi madre y la puso al teléfono.

-Mi amor, no tienes que traerme plata, no te preocupes –me dijo mi madre.

-Apenas pueda, iré a visitarte y te llevaré la plata –le prometí.

Pero ella, preocupada por mi salud, llegó al día siguiente. Y desde que llegó, no he vuelto a tener problemas con la memoria. Temo que cuando se vaya la extrañaré desesperadamente y volveré a olvidarlo todo. Algo malo se ha metido en mi cabeza.

27 pensamientos acerca de “Algo malo en mi cabeza

  1. Gino

    Jaimito, tratas de vender ese tipo de persona de la cual escribes como si fueses tú. Pero no te creo ni un carajo. En todo caso de quien escribes, creo que es, quien tu quisieras ser. Los que te leen, creen en su mayoria, que eres tú de quien escribes. Pero una vez mas, no te creo ni un carajo.

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  2. Jorge Carlos

    Cubano, más de 3 años sin poder visitar Cuba, por las cosas de Cuba, y no es redundancia. Mi madre enferma de Parkinson, ALGO PASÓ día a día POR MI MENTE, ya casi no caminaba, pude ir y… caminó.. caminó y mucho…

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  3. eva ramos

    Jaime, la madre siempre la necesitamos no importa la edad que tengamos, cuanto diera yo por tener la mia aunque sea para sacarla a darle un poquito de sol. tranquilo, maestro su mama es una viajera incansable y tu puedes ir donde ella cada vez que desees. tu mama, te adora!!

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  4. JESUS

    En medicina, como en todo, como en la vida misma, el diagnóstico más probable es el más sencillo. Con frecuencia me ocurre lo mismo, y no tomo nada de nada. Sin duda es el corazón, que de tan grande como lo tiene, le late despacio en estos días de pura felicidad que parece disfrutar, como queriendo hacer uno del instante actual, todos los días de su vida… Se pierde la noción del espacio, y la del tiempo, y te entra un miedo terrible a perderlo todo. Pasará tal como vino, y volverá a venir, en cuanto se dé un respiro…
    Recuerdos

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  5. Claudia

    Hola Jaimito, creo que estamos fregados,me pasa lo mismo … y tomo medicacion para la deprecion hace años, ahora me dieron otra y ando como tu me gustaria conocerte en serio cuidate mucho y por favor si algun dia encuentras la forma de ya no estar en este mundo sin que nadie que amamos sufra y parezca algo normal avisame beso

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    1. SoNIA

      Amigo yo tome muchos antidep y llegue a ser adicta. Me afecto en todo…trate de ir dejandolas poco a poco….No De pronto no del todo pues empeoramos.
      Tengo 73 y solo me fortalece mi inteligencia emocional que se APRENDE y la espiritualidad . buscar algo q hacer q nos guste y nos deje poco tiempo para rumiar los problemas. Todo pasa.

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  6. Leonardo Guzmán

    Conociendo al gran Jaime Bayly como lo conozco, siguiendo sus columnas, sus programas de televisión, sus entrevistas, sus libros y además teniendo el privilegio de compartir con él en la feria del libro en Bogota (Que venciendo el miedo escénico, me tomé el micrófono, le expresé mis gratitudes y hasta pedí un merecido aplauso al genio latinoamericano.) No cabe la menor duda que está columna es una ficción muy bien aderezada con tu humor y tu particular sarcasmo.
    Jaime Bayly es una mente brillante, un estadista de lujo, una mente prodigiosa, el genio de las letras.
    Es improbable que algo malo esté pasando en tu cabeza, saludos a la bellísima Silvia y a la ternura de Zoe.

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  7. Josefina Murguía de Reta

    Deseo sinceramente que lo de su cabeza sea algo creado «en su cabeza» para distraernos y no sea algo más serio. De todas maneras siempre disfruto leyendo sus artículos y viendo el programa de su linda esposa. Un abrazo.

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  8. Hector Ramow

    Saludos Jaime…espero te encuentres bien…que hayas salud en todas tus areas …la espiritual, la emocional, y la fisica…sinceramente que este bien…quedamos pendientes siempre te tus columnas. Un abrazo.

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  9. Juan Leon

    Siempre me hace reir tus columnas… Jaimito tu mejor Programa de Televisión en PERU para mi entender lo hicistes con EL ABUELITO DE LA BICICLETA , un señor viejito chinito que manejaba bicicleta y que participaba en todas las bicicleteadas de Lima 😉 era un Mate de Risa 🙂 ,.. ojala te acuerdes .

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  10. Mago de oz

    Niño terrible; hoy me puse a leer tu columna y no lo podía creer «algo pasa en mi cabeza» porque no se si es una ficción o un mas de tus columnas, en algunos casos muy ciertas, que nos divierten siempre con esa genialidad que solo pueden ser de un niño «terrible» que aun no madura, espero sea así, no nos has pensar que algo puede pasar en nuestras cabezas.

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  11. Manuel Rosales

    Seguro extrañabas mucho a tu madre. Siempre es bueno conversar con quien nos dio la vida. Como se dice con los años los que nunca te abandonan son tu familia y nuestra madre siempre nos aceptará y amara con defectos y virtudes. Espero tu columna semanal para que nos compartas un nuevo anécdota o vivencia algunas veces exagerada pero siempre con un mensaje positivo. Saludos desde Lima. Manuel

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  12. MANUEL RIVERA-TORRES

    Jaime no es un gran escritor, pero escribiendo patrañas no hay quien le gane. Lo que no me ha gusta’o es que haya utilizado el nombre insípido de su mujer para escribir unas novelastras que no tienen ni pies ni cabeza. Imagínese: una chica que no terminó ni escuela superior ahora, por un fiat, pretende figurar como «novelista». Lo triste es que para no dejarse ver, Bayly ha escrito esas novelastras tan y tan mal, que parecen la prosa de sí, de una principiante que todavía no reconoce una «s» de una «z». Aún así, esos enjendros están mejor redactados que si los hubiese escrito la impresentable Silvia, para parafrasear a Jaime.

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    1. Alejandro Muñoz

      Si Jaime es un buen escritor, se puede evidenciar en su rotundo éxito a nivel iberoamericano. Acá en Ecuador es muy respetado y querido. Si no te gusta lo que escribe, es muy simple, no lo leas, no compres sus novelas y las de Silvia, y se acaba el lío. Siento algo de envidia y resentimiento en tu comentario, pues al parecer destinas mucho tiempo a leerlo y a saber de su vida, para no tener que sufrir y lamentarte por sus escritos, me permito insistir que no lo leas. Buenas tardes

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  13. Luis Bernl Cueva

    Hola Jaimito, un admirador tuyo te escribe, lo que es jocoso y anecdotico, puede ser algo mas serio; comentalo con tu psiquiatra, yo te comento que las benzodiacepinas; son causa feecuente de cuadros confusionales, bloqueos de memoria, annesias

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  14. Carolina Bernal Garay

    Qué belleza Jaime!!! A propósito, mañana se cumplirán 3 años de haberlo conocido personalmente en el estudio. Me encantan las fotos que tengo de recuerdo!!! Un abrazo.

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  15. cinthya toala

    Jaimito tanto tiempo leyendo tus historias, anécdotas, curiosos cuentos que aveces no son cuentos . siento que te conozco de toda la vida. lastima que tu a esta fiel admiradora no. un saludo desde Moquegua-Perú. algo preocupada por tu salud. cuidate mucho.

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comentarios

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