Algún día, mi amor, seremos famosos. Algún día.

Nadie llorará en esta ciudad cuando me toque morir.

Nadie llorará cuando me toque morir, ni siquiera tú misma.

Seré cenizas, seré nubes, seré polvo y olvido, y mis hijas recordarán vagamente haberme conocido.

Ha llorado tanto mi madre que le quedarán pocas lágrimas para llorarme por defraudarla una vez más y marcharme a destiempo.

Se me recordará, si acaso, como el hombre exhausto que siempre quería dormir. La muerte será entonces un premio, una coronación.

No estoy deprimido, solo despierto, consciente del final.

Por favor no me preguntes por qué hemos venido a esta ciudad. No sabría responderte. Me he inventado la necesidad de presentar un libro. Pero los libros, me parece, se presentan solos. Cuanto más se esmera el autor por venderlos, menos se venden. Es un curioso malentendido.

Debimos bajarnos del avión cuando nos tuvieron tres horas encerrados porque llovía y caían rayos y el mal tiempo no nos permitía despegar. Debimos volver a casa. La mitad de los males, si no más, provienen de no saber estarse quietos.

Todo en esta isla que tantas veces visité cuando era joven y no tenía miedo de morir luce ahora en un estado calamitoso de abandono y decadencia. Todo el que puede, se va. No hay futuro. Será por eso que he porfiado por venir. Yo pertenezco a los lugares en decadencia. Los marginales, los perdedores, los endeudados hasta la camisa, los pobres diablos sin futuro: ellos son mis hermanos de sangre, en sus ojos extraviados encuentro trazos de poesía.

No me lleven a los balnearios exclusivos donde se aíslan los ricos como si fueran inmortales o, cuando menos, inmunes a la enfermedad que es vivir, fatigarse, envejecer. No me hablan en inglés cuando podrían hacerlo en español. Yo me quedo aquí, en este hotel pecaminoso, cerca del mar. No me bañaré en el mar, no me pidan tanto entusiasmo, me contento con mirarlo desde el balcón y tratar de escuchar en el rumor de sus olas las voces distantes de mis hijas.

Ningún triunfo aparente, ninguna fama menor, ningún millón de dólares compensa la tristeza de haber fracasado como padre.

Llueve a cántaros en el barrio antiguo. No llevamos paraguas, quién carajos viaja con paraguas. Nos mojamos a mucha honra. Luego cenamos contemplando con estupor la felicidad inenarrable de ese grupo de jóvenes rollizas que hablan en la lengua imperial. Son tan felices que pierdo toda esperanza. Qué debo tomar para estar tan contento como ellas, no lo sé.

No es posible ver los partidos de fútbol en el hotel porque en esta isla a nadie le importa un carajo partido por la mitad el fútbol.

Manejo lentamente la camioneta mientras tú estudias con atención las bifurcaciones en tu celular y me guías con paciencia y sabiduría. Eres mi guía, sin ti me perdería. Me dices siempre el camino correcto. No te equivocas. Gracias a ti, estoy vivo. Gracias a ti, llegamos a buen puerto, sorteando toda clase de escollos.

Hay tantos tropiezos y desniveles en las pistas que te pido que pongas un merengue para ir bailando o casi mientras manejamos por las calles descuidadas y ahuecadas de la isla. En el asiento trasero nuestra hija duerme, lánguida y despreocupada, como una princesa en el exilio que tuvo que escapar a playas extranjeras para que su padre no fuera pasado por la guillotina de los profetas de la moral.

Busco con ahínco, sin desmayo, obsesivamente, un jugo de guayaba más.

De la siesta ella emerge con un mandato imperioso, impostergable: comer helados de chocolate.

Recorremos los barrios pintorescos de la ciudad buscando la casa de nuestros sueños que nunca compraremos.

Espiamos discretamente en las librerías si todavía exhiben nuestros libros.

Paseamos por los museos buscando obras de belleza inmortal.

En los castillos y las fortalezas imaginamos la sangre derramada, el ímpetu de los corsarios, el fragor de la guerra. Un viento insólito me despeina, me levanta el cerquillo. Tú capturas el momento, tomándome un par de fotos. La brisa allá arriba me susurra al oído que lo mejor está por venir.

Lo mejor, lo que está por venir, es aquella novela que estoy maliciando todo el tiempo. Todo lo demás (el poder, el dinero, la fama, la familia) importa poco y nada. Lo que me obsesiona es escribir bien esa novela antes de que ella acabe por corromperse dentro de mí y matarme.

No sabía en qué estaba metiéndome cuando decidí ser un escritor, pero ya es tarde para escapar. Aquí me quedo, aquí me muero, no esperen otra cosa de mí.

Nadie llorará mi muerte en esta ciudad. Nadie. Ninguna de las ciento veinte señoras que se hicieron fotos conmigo en la librería llorará cuando lea en el periódico que me tocó morir.

Como dejó dicho un sabio, tantos libros he firmado que valdrán más los que no firmé.

Algún día, mi amor, seremos famosos. Algún día.

22 pensamientos acerca de “Algún día

  1. Pedro Navarro Pocomucha

    De eso trata la vida, Jimmy Boy, revive los hechos felices que tuviste, cada día siéntete vivo y junto a la gente que te quiere. Recuerda nunca es tarde para cambiar y nunca te sientas culpable. Gracias por tanto.

    Responder
  2. arnaldo medina

    Brillante poeta de eterna luz loco irreverente incoherente eterno corsario martir de mil peleas errantes vagas eternas muertes ganadas

    Viva la vidaa viva jaime bailyyyyyy carajoooooooooo

    Responder
  3. Alejandro mendoza

    LEERTE NO SOLO ME HACE VER PARTE DE MI VIDA FANTASTICA …LA TUYA TAN RICA DE ESCENARIOS Y VIVENCIAS …UNA VIDA PLENA., DELICIOSA MANO Y ESPECTACULAR GENIALIDAD..MUERE Y RESUCITA CUANTAS VECES QUIERAS , RESUCITA Y SIGUE IGUAL …O PEOR ..QUE MAS DA , QUE SEAS TU ES LO UNICO QUE CUENTA…UN ABRAZO JAIMITO.

    Responder
  4. Dos tercios de ternura

    Eres único nunca mueras… No estoy deprimido, solo estoy despierto!! Que gran frase me gusto mucho. Disfrute mucho lo que leí eres un gran escritor.

    Responder
  5. felipe cortijo

    Lei a nietzsche una vez diciendo: «Al terminar de leer mi Zaratustra me invadió una crisis de sollozos». Tu no sabes, pero al leerte fui corriendo al grifo a comprar un jhonny walker. Me hizo bien, volví a leerte emocionado. Tengo que conocerte personalmente. Un abrazo a ti.

    Responder
  6. Maria Elena

    Jaime, la paz de Dios siempre está disponible para ti, aun si la pierdes de vista… Suelta y deja ir! Somos muchos los que te admiramos, eres único..

    Responder
  7. Alfredo

    Jaimin; que dificil es convivir con uno mismo, cuando nuestro cerebro nos miente con otras verdades, y se resiste a aceptar que a veces, la efimera felicidad nos sorprende a destiempo

    Responder
  8. rosa rosa

    …y no dices cual es la isla!!…jajaja
    ..».la mitad de los males,si no más, provienen de no saber quedarse quieto»…cuanta verdad hay en eso!
    Me ha gustado mucho,..y esos sentimientos d culpa con los hijos con las madres q te acompañan a todos tus viajes ..me ha gustado mucho!

    Responder
    1. Sergio

      @rosarosa

      Estoy 99% seguro de que es Santo Domingo, Rep. Dominicana. Allí trabajó JB de chiquillo en la tele después de desmadrarse con Alan García en 1985. Hay indicios como ‘merengue’, ciudad vieja, a nadie le interesa el fútbol

      Qué ternura agridulce, Jaime!
      Por eso te queremos forever!

      Responder
  9. Mayra

    Quien soy yo para opinar pero me nace decirlo: es tiempo de Zoe, es tiempo de Silvia, es tiempo de ser valiente y atreverse a amar sin sufrir.
    …También estuve en ese avión, en esa larga espera. En mi estancia en la isla camine interminablemente porque no me podía detener, cada día me jalaba un imán para ser testigo de los contrastes y la desolación. Tu columna, con toda la melancolía y tristeza que proyecta, alivia. No dejes de escribir Jaime.

    Responder
  10. Mónica Cuyto Flores

    Jaime..Eres unico…pensar que ya no estaremos más puede dar pánico, creo que no debemos temer a la muerte es lógico hacerlo pienso que mi temor es al desenlace antes de ella después quien sabe ya todo está consumado y pasaremos a otro nivel. Así dicen quien sabe…. Somos seres de Luz y seguiremos siéndolo…

    Responder
  11. Jorge

    Mira al cielo donde quiera que estes y recuerda que te encuentras flotando en una esfera azul, dentro de un universo infinito viajando a miles de kilometros a la distancia perfecta de una estrella que si estuviera mas cerca o mas lejos todo esto no existiria, saludos Jaime 🙂 sigue sonriendo hay mucho por hacer todavia =)

    Responder

comentarios

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *