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Todo, lentamente

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Mi mujer quiere comprar un perro. Le pregunto por qué de pronto necesita un perro. Me dice porque necesito amor. Le digo que me opongo a tener un perro en la casa. Me dice que ya lo compró. Le pregunto qué haremos con el perro cuando viajemos. Me dice que viajaremos con él. Me pregunto si debo ceder y aceptar al perro en mi casa. Tengo miedo de que ladre mucho y me despierte. Lo odiaría...

El gato afeminado

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  No me quedan ya muchas vidas. He gastado, malgastado, dilapidado, casi todas las que, al nacer, me fueron concedidas. Y fueron como mínimo siete, porque no soy una criatura completamente humana, soy un gato, un gato sigiloso y desconfiado, un gato perezoso y ensimismado, un gato gordo, delicado, afeminado. Siempre fui un gato, sólo que ahora se nota más. Como buen gato, he sabido caer...

Vino la muerte y me trató de tú

V

Esa noche vino la muerte y me trató de tú. Yo le pedí que me tratase de usted. Me jactaba de ser un buen piloto, un excelente conductor de autos. Cuando mi esposa se burlaba de mi supuesta impericia para manejar, le decía: -Soy un as del volante. Manejo súper bien. Nunca he chocado. Y era verdad: nunca había chocado. O nunca fuertemente y con estrépito, poniendo en riesgo mi salud. Mi memoria...

La rendición del soltero codiciado

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Uno de los solteros más codiciados de Lima, asiduo protagonista de las revistas del corazón, seductor de las mujeres más atractivas de la ciudad, millonario, extravagante, playboy, uno de los últimos playboys, Rafael Buenaventura conoce a Mariana Arribas en una discoteca de moda y la impresiona por su inteligencia y sentido del humor, pero también por su reloj, su ropa carísima, su camioneta de...

El hombre de un solo huevo

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Por tercer año consecutivo, habíamos viajado a Montreal, y luego manejado dos horas al norte hasta un pueblito llamado Mont Tremblant, para celebrar mi cumpleaños el tercer lunes de febrero. El clima era benigno para los estándares canadienses, cero grados centígrados, pero previsiblemente helado para nosotros, residentes en Miami. Las montañas estaban coronadas de nieve. El pronóstico del tiempo...

El gran amor de mi vida

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Una de las cosas que más me gustan de Silvia, mi esposa, es que no ve mi programa de televisión. Nunca, ni por casualidad. Lo evita, lo evade, sabe que es tóxico. Antes venía los viernes al programa, pero ahora me dice que ya no le provoca, que se aburre con mis discursos políticos. Otra de las cosas que me gustan de ella es que cuando le hablo apasionadamente de política, de los conflictos y las...

Una ninfómana como yo

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No se confundan, yo soy una señora gorda de derechas, de derechas extremas, extremistas, pero no de derechas trasnochadas, conservadoras, sino de derechas libertarias, modernas, es decir las que nunca ganan las elecciones. Mis principales enemigos, además de los truchimanes de izquierdas, que son todos unos haraganes, unos memos, unos buenos para nada, son los curas y los militares, en ese orden...

La hombría y el éxtasis

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Me hice aficionado al fútbol, a jugarlo y a verlo, a seguirlo por la televisión y en los estadios, desde muy niño. Mi padre deploraba o menospreciaba el fútbol, le parecía un juego vulgar, plebeyo, para brutos o bellacos. Vivíamos en una gran casa de diez mil metros cuadrados en el campo, a una hora de la ciudad. No teníamos vecinos, los terrenos al lado de la casa eran extensiones baldías...

El Papa, mi madre Dorita y Gareca

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Gracias a los buenos oficios del Cardenal peruano Juan Luis Cipriani, mi madre Dorita y el entrenador de la selección peruana de fútbol, Ricardo Gareca, fueron citados un domingo por la mañana, muy temprano, en el Palacio Arzobispal de Lima, para reunirse con el Papa Francisco, quien estaba de visita en la ciudad. Dorita era íntima amiga de Cipriani de toda la vida, ambos pertenecían al Opus Dei...

Yo amo a mi prima

Y

Cuando tenía diez años y mi madre me decía que había nacido para ser sacerdote y seguir los designios del Señor, me enamoré de una prima. Se llamaba Irene. Era preciosa, un sueño, una diosa incipiente esculpiéndose a mis ojos. Tenía mi edad, era apenas unos meses menor que yo. Yo la veía, el pelo negro, los ojos almendrados, los labios juguetones, la mirada preñada de promesas y placeres, y...

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